Entre las muchas islas existentes en el Mediterráneo, hay una muy pequeña distante unos 300 metros de la tierra firme africana que perteneció a la Republica de Génova, cuyo nombre es TABARKA. Estaba habitada por ciudadanos italianos cristianos. Fue invadida por el rey de Túnez en 1741. Los naturales de la isla, vivieron bajo la tiranía de este monarca, hasta 1756, en que, tras una corta y sangrienta guerra, el Sultán de Argel venció y expulsó a las tropas tunecinas.
Quince años y algunos meses estuvieron estos tabarquinos, cautivos en Túnez, hasta que, tras la guerra entre Túnez y Argel, pasaron a depender del rey argelino. Estuvieron estos ciudadanos bajo el yugo de Argel otros doce años. Este cambio de monarca, no introdujo ninguna mejoría en la vida de aquellos genoveses, porque el nuevo señor los trató peor que el precedente.
Tuvo conocimiento el monarca español Carlos III del mal trato y sufrimientos de aquellos cristianos, y decidió su rescate a través de Fray Juan Bautista Riverola, Agustino, cura de la isla, quien había asistido, visitado y consolado a su grey en todo su cautiverio y Fray Juan de la Virgen, de la orden Mercedaria. Estos, siguiendo los deseos del monarca español negociaron su libertad con fondos suministrados con gran liberalidad por S. M. Tras largas y arduas negociaciones, consiguen la libertad de un primer grupo, el día 8 de diciembre de 1768, fiesta de la Purísima Concepción. Tan pronto se vieron libres de su cautiverio se trasladaron a España con el padre Riverola, el primer grupo de tabarquinos, que desembarcaron en Cartagena, dirigiéndose a continuación a Alicante, siendo hospedados en el colegio de la Compañía de Jesús de forma provisional.
El día 19 de marzo de 1769, festividad de San José, pudieron abrazar al resto de libertos que habían quedado en Argel, que llegaron a bordo de navíos españoles al puerto de Alicante. Los liberados fueron en total, 69 familias, de diverso número de personas y otro número importante de ciudadanos individuales de ambos sexos hasta completar el total de 394 personas.
Una vez todos en España, se buscó un lugar para hacer alojamientos habitables para todas estas familias. Tras estudiar diversas alternativas, se centró el interés en la pequeña isla que parece una prolongación del cabo de Santa Pola, cuyos ciudadanos la han llamado desde tiempo inmemorial, como L’Illa y era un destino muy acorde a las costumbres y profesión de los libertos.
El presidente del Consejo, Conde de Aranda, realizó gestiones cerca del Rey para que ese fuera su destino, la Isla Plana de San Pablo, denominación geográfica en la época. Aceptó el rey la sugerencia y envió sus instrucciones al coronel de Infantería e ingeniero D. Fernando Méndez, quien aceptó el encargo con muy buena disposición.
D. Vicente Martínez Morellá en su crónica de Alicante, la describe de la forma siguiente: “…la isla es la que está a la parte de Levante del promontorio y cabo del Aljibe, dicho así por uno que tiene dicho cabo por muy antiguo, por lo menos del tiempo de los moros porque aljibe es vocablo morisco, y está cerca del Castillo o Lugar Nuevo…”
“Está aquesta isla al medio día de esta ciudad y a su vista tiene de longitud cosa de media legua, de latitud medio cuarto poco más, no tiene agua ni ha sido jamás habitada, aunque me dicen hay vestigios que debieron ser de alguna atalaya o abrigo de pescadores.”
Empezó el coronel Méndez, su trabajo con levantamiento de planos y diseño de viviendas, llamando desde aquel momento a la Isla “Nueva Tabarca”. Aprobados los planos de obras por S. M., comenzó la actividad constructora. En primer lugar, se construyeron barracas para abrigo de las tropas y los trabajadores de las obras. La progresión de las construcciones era muy lenta y costosa ya que todos los materiales, incluso el agua tenía que transportarse en embarcaciones desde Santa Pola. El Sr. Méndez para evitar el acarreo del material más necesario pesado y voluminoso, la piedra, tras una exploración de la isla, mando poner en explotación una cantera en la zona oeste de la isla. Se procedió a la construcción de un pequeño Oratorio para las misas de domingos y festivos que fue inaugurado el 28 de abril de 1769.
En abril de 1770 ya se habían terminado muchas casas y por orden de Carlos III pasaron a ocuparlas muchas de las familias tabarquinas que residían en Alicante, dándosele la denominación oficial de “Nueva Tabarca.” Al mismo tiempo se iniciaron las obras de una iglesia de mayor tamaño. Los tabarquinos aceptaron como patrón de la isla a San Pablo, respetando el nombre antiguo de la isla, y se acogieron también a la protección de San Pedro, patrón de los pescadores. Como patrona se acogieron a la Purísima Concepción de María Santísima, recordando que en el día de esta festividad fueron redimidos de su cautiverio.
El Rey encomendó el mando de la isla a un gobernador de baja graduación militar, destinando tropas para la defensa de la plaza.
Las obras continuaron a buen ritmo según los planos del coronel Méndez, y aunque no se levantaron todos los edificios y elementos defensivos previstos, la población isleña quedo bien fortificada con murallas, baterías, castillo y baluartes; bóvedas subterráneas para pertrechos de guerra, cuarteles, caballerizas, una casa para el gobernador de la isla y para el órgano que hubiera de actuar como Ayuntamiento, en su caso.
Se doto también la isla de un varadero, cisternas para recoger las aguas pluviales, un almacén para esparto y otros materiales necesarios, una tahona, horno para cocer pan y otros para cal y yeso. Se proyectó un varadero para poder echar a tierra las redes de pesca con facilidad y hasta Barcos, galeotas y bajeles para preservarlos en tiempo de temporales.
Una vez instalados, expertos pescadores como habían sido en su isla de origen, se dedicaron a la pesca del coral y todas las variedades de pescados abundantes en la zona: sardinas, atún, boga, salmonetes, ostras, caracoles y otros mariscos. Los pescadores establecen una almadraba entre la isla y el peñón llamado “la Galera”, para llevar a cabo la pesca del atún, la más abundante y rentable en las costas alicantinas en aquella época.
Al Sur tiene una gruta en la que penetran las aguas del mar y que se interna unos 100 metros bajo la población. Se llama la cueva del “Llop Marí”, porque es frecuente la presencia de este pez grande, feroz y de boca armada con dientes terroríficos. Muchos pescadores tienen la osadía de penetrar por la noche y con su experiencia y diversos utensilios de su oficio, logran la captura de buenos ejemplares.
La Nueva Tabarca tiene también al Este, un terreno de unas 300 tahúllas que dan abundantes cosechas de grano en los años lluviosos. En él, se destinó un lugar como camposanto, para enterramientos, tras la prohibición de enterrarlos en las iglesias. En 1862, el Obispo de Orihuela, mandó construir unas tapias que rodearon el sagrado lugar para evitar profanaciones.
Uno de los edificios mas notable fue la torre de San José, erigida al este de la isla. Es un castillo de piedra de tres pisos. En él hay un patio y habitaciones para cárcel y alojamiento de tropa; se sube por una escalera de cantería, interrumpida por un puente levadizo. Tiene ventanas con fuertes rejas de hierro y está coronado con baterías a barbeta, que apuntan por sus cuatro frentes, y garitas de vigilancia voladas en sus esquinas.
Por último, me parece interesante hacer una relación de apellidos de aquellos primeros habitantes de la isla, que con el tiempo se fueron trasladando a tierra firme y sus apellidos, en la capital y otras ciudades de la costa y el interior, son en la actualidad casi autóctonos. Están ordenados por su frecuencia y los menos repetidos se han omitido.
RELACION DE APELLIDOS MAS FRECUENTES. –
Ruso, es el mas frecuente; Parodi; Ruano; Vila; Pitaluga; Belando; Ferrándiz; Utrera; Pomata; Chacopino; Luchoro; Burguero(a); Olivero, Sales; Perfumo.