Sabido es que D. Amadeo de Saboya, una vez elegido por el parlamento español, como monarca de España, desembarcó en Cartagena el 30 de diciembre, para llegar a Madrid el 2 de enero de 1871. Pero en ese viaje, no fue acompañado por su esposa, por razones protocolarias y por el asesinato de su valedor el general Prim.
Tras su llegada a Madrid, se dirigió a la Basílica de Nuestra Señora de Atocha para rezar ante el cadáver de Prim. Tras este amargo trago se trasladó a las Cortes, donde realizó el preceptivo juramento: «Acepto la Constitución y juro guardar y hacer guardar las Leyes del Reino», terminando el acto con la solemne declaración por parte del presidente de las Cortes: «Las Cortes han presenciado y oído la aceptación y juramento que el Rey acaba de prestar a la Constitución de la Nación española y a las leyes. Queda proclamado Rey de España don Amadeo I».
Alicante fue posteriormente, el puerto designado por el Gobierno que presidia el Duque de La Torre, para que su Majestad la reina María Victoria entrara en el país en el que venía a compartir con el Rey, su esposo, el Trono de España. La tarde del 14 de marzo de 1871 llegó de Madrid S.M. el Rey acompañado del presidente del Consejo, de varios ministros de Estado y de los generales Serrano, Zavala y López Domínguez. Fue recibido y homenajeado por las autoridades locales en un templete que se levantó en la Explanada y por una enorme muchedumbre que le dispensó una entusiasta acogida.
En la dársena del puerto se encontraban fondeadas las fragatas Méndez Núñez, Arapiles, Blasco de Garay y León. Le rindieron los honores de ordenanza los batallones se Cazadores de Madrid y de Arapiles y el Regimiento y fuerzas de guarnición en la plaza.
Una vez cumplido el protocolo de la recepción, se dirigieron a la Iglesia de San Nicolas donde se ofició un Te Deum, tras el cual se alojó en el Palacio de Escalambre (actual sede del Casino), aclamado por la muchedumbre.
El siguiente día, hubo una gran parada militar en la Explanada, al final de la cual se dirigió su Majestad al Monasterio de la Santísima Faz, fábrica de Tabacos y otros establecimientos industriales. Tras ello se dirigió a conocer la ciudad de Elche. A su regreso, revistó los buques que, seguidamente zarparon, las fragatas Arapiles y Méndez Núñez, al encuentro de la Reina que viajaba en el buque de guerra italiano Príncipe Humberto, escoltada por los buques españoles Numancia y Villa de Madrid. Al avistamiento del cortejo marítimo, se dispararon las salvas de Ordenanza desde el Castillo de Santa Barbara y los buques de la escuadra. Desembarcó a las diez de la mañana siendo cumplimentada por las autoridades civiles y militares y por los caballeros y damas de honor locales y venidas de otras localidades.
Durante los días de su estancia estuvieron empavesados los buques surtos en el puerto, profusamente iluminados, igual que todos los centros oficiales, paseos y las casas de las calles céntricas de la ciudad. Durante los días de su estancia hubo regatas, conciertos, fuegos artificiales nocturnos y un suntuoso baile en los salones del Casino con asistencia de lo mas distinguido de la sociedad alicantina.
El día 18 de marzo emprendieron los reyes viaje hacia Madrid en tren especial, siendo acompañados hasta el limite de la provincia por las autoridades. Apunta el cronista, que las damas de compañía del séquito de su Majestad la Reina, tuvieron que ser alojadas en casas de personalidades locales, debido a que los hoteles y pensiones disponibles no tenían las condiciones adecuadas para recibir a huéspedes tan ilustres.
Se destacó en la prensa local la actitud correctísima del Ayuntamiento republicano que en aquellos momentos dominaba el Concejo Municipal, que ayudó de manera caballerosa al éxito de todos los actos y honores celebrados en honor del sus Majestades.