
D. Félix Berenguer de Marquina y Fitzgerald, nació el 20 de noviembre de 1733 en una familia de la nobleza alicantina. Su padre, Ignacio Berenguer de Marquina y Pascual de Riquelme, pertenecía, por línea materna, a una de las familias más antiguas de Alicante. Su madre, María Fitzgerald, procedía de una familia noble de Irlanda, los condes de Desmond.
Era una familia con larga y amplia tradición marinera, por lo que formó parte de la marina desde su juventud: el 30 de abril de 1754 aprobó un examen que le permitió enrolarse en barcos de guerra en el entorno de la península. Muy aplicado en los estudios, se convirtió en profesor de matemáticas y astronomía en la Compañía de Guardias Marinas en Cartagena desde el año 1757 al 1769.
Desde Julio de 1788 a septiembre de 1793 fue gobernador de las Filipinas. En agosto de 1789, por decreto real, Manila se convirtió en un puerto abierto a cualquier producto exceptuando los de origen europeo. D Félix Berenguer propuso planes para la reforma del gobierno del archipiélago.
Berenguer regresó a España en 1795 para tomar un cargo en la administración de la Marina. En 1799 fue promovido a teniente general de la misma. Siendo comandante de un escuadrón de la Marina española, en noviembre de 1799, es nombrado por el rey Carlos IV, Virrey y Capitán General de Nueva España y presidente de la Real Audiencia. En su viaje de Cuba a Veracruz para tomar posesión de su nuevo destino, fue hecho prisionero por los ingleses en la península de Yucatán y trasladado a Jamaica. Mas tarde
se puso a su disposición una goleta, la Kingston, para continuar su viaje junto con su secretario. El cargo de Virrey y Capitán General los asumió el 29 de abril de 1800, en la Villa de Guadalupe, haciendo su entrada formal en la Ciudad de México el siguiente día.
Los barcos ingleses que dominaban en aquel tiempo ambas costas de Nueva España desde sus bases en Estados Unidos, capturaron barcos españoles y robaron grandes cantidades de mercancías. Para evitarlo, consiguió más recursos para las tropas navales españolas, que no fueron suficientes para cambiar la situación. Formó el Regimiento de Granaderos, compuesto de doce compañías, y temiendo los ataques de los británicos, reforzó los fuertes de Veracruz y trasladó los bienes de la costa al interior, a Jalapa, que en la actualidad pertenece a Guatemala. Reforzó también los asentamientos (llamados entonces “presidios”) en la frontera norte para impedir las incursiones americanas en aquella zona.
A partir de 1801, se multiplicaron las insurrecciones de los indios nativos en algunos casos, dirigidos por oficiales españoles o por indígenas ya educados en instituciones españolas. Fue el caso del Indio Mariano en Guadalajara, Francisco Antón Vázquez, Pedro Martín, en Veracruz y otros levantamientos en Nayarit, Durango, Guanajuato, Jalisco y Sonora. D. Félix tuvo también que luchar con grupos de bandoleros americanos que, bajo el mando de Philip Nolan, un tejano, hostigaban el norte del país. Mandó D. Félix tropas para arrestarlo y en 1801, murió en combate en el estado de Texas y se apreso a su banda que fue sentenciada a trabajar de por vida en las minas de México.
Berenguer era un militar perseverante, honorable y valiente, pero con poca habilidad para gobernar. Sus trabajos públicos en la Ciudad de México fueron muy limitados. Molesto con la prohibición de algunas de sus medidas, renunció a su cargo. Entregó el gobierno a su sucesor, José de Iturrigaray en enero de 1803, y regresó a España, donde tomó parte en la guerra con Francia.
Falleció en la ciudad de su nacimiento el 30 de octubre de 1826 siendo enterrado en el hoy desaparecido Cementerio de San Blas en el mausoleo familiar. Tras el abandono de ese cementerio en el año 1959, se permitió a las familias la retirada de los restos de sus deudos y los que quisieron trasladaron también sus mausoleos, entre los que se encontraban verdaderas obras de arte, y trasladarlos al cementerio municipal actual.
Algunas familias trasladaron los restos, pero no los mausoleos. La familia Berenguer, opto por esta última opción. El Ayuntamiento, trasladó en fechas bastante recientes, algunos de los más destacados por su valor monumental, entre otros el de D. Félix Berenguer. Está situado en la primera plataforma, la más baja, tras la entrada a la fortaleza del Castillo, junto a otros de personajes ilustres, con unas vistas maravillosas sobre la ciudad, las montañas que circundan el paisaje alicantino, y la costa con el luminoso mar Mediterráneo.
¿Se puede encontrar un mejor lugar para el eterno recuerdo de marino tan brillante? D.E.P.