MEMORIAS DE UN DESMEMORIADO. –

Monumento a Peter Pan en Hyde Park

Nuestro primer viaje a Londres fue en el otoño de 1975. Un par de años antes, se había producido la incorporación de Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca a la Comunidad Europea y se vivían las primeras experiencias como país miembro. Era un momento interesante porque se habían incrementado mucho las visitas de muchos países del resto de Europa. La pertenencia a la Comunidad ofrecía muchas facilidades y los precios eran muy razonables en aquella época.

Fue una interesante experiencia encontrar unos ciudadanos con un sentido de condescendiente superioridad, pero siempre dispuestos a ayudar al forastero con mucha amabilidad. En el momento que te encontrabas desorientado, siempre había algún ciudadano (con más frecuencia señoras mayores) que se aproximaba con una sonrisa y la frase: “May I help you”. He procurado a lo largo de mi vida, cada vez que he visto un ciudadano británico desorientado en mí tierra, acercarme con la misma frase y tratar de ayudarle.

Para empezar a orientarnos contratamos una visita guiada en bus para tener una visión global, al menos, de los lugares más emblemáticos. El guía, una persona de mediana edad y español impecable, nos fue ilustrando sobre la historia de los lugares y monumentos que visitamos, salpicando algunas disertaciones con anécdotas vinculadas al lugar visitado, que hacían la visita más amena.

Al visitar el barrio de Chelsea, uno de los más elegantes en la época, nos contó la anécdota que a continuación ofrezco como la recuerdo.

Vivían en ese barrio y a corta distancia, dos grandes literatos, George Bernard Shaw y Oscar Wilde. Había una cierta enemistad, celos profesionales, entre aquellos dos grandes personajes de la literatura universal, ambos con mucho talento, mucha arrogancia y engreimiento. Parece que el Sr. Shaw tenía además un carácter bastante hosco e irascible y como consecuencia, el número de sus amigos no era muy amplio.

En 1892, Wilde estrenó en el teatro St. James su obra “El abanico de Lady Windermere”. Siguiendo la costumbre entre colegas, caballerosos y bien educados, Wilde le envió a Shaw, dos entradas para el día del estreno acompañadas de una nota malintencionada:

Apreciado Mr. Shaw, el próximo día xx, se estrena en el Teatro St. James, mi obra “El abanico de Lady Windermere” y me complacería poder contar con su asistencia. Para ello le adjunto dos localidades preferentes, una para Vd. y otra para un amigo, si es que tiene alguno.

El siguiente día, Wilde recibió devueltas sus dos entradas con el siguiente mensaje:

Muy agradecido por su amable invitación. No podré asistir debido a un compromiso previo en esa misma fecha y hora.  Pero tendré mucho gusto en asistir a una representación posterior, si es que se sigue representando el siguiente día.

Parece que fue el primer gran éxito teatral de Wilde y estuvo en cartel durante mucho tiempo. Ignoro si el Sr. Shaw se dignó ir a verla.

La anécdota es divertida y refleja muy bien el carácter y el ingenio británico, pero me parece poco creíble, aunque con el peculiar carácter británico, todo es posible.

En cualquier caso, como dicen los italianos, “Si non e vero, e ben trovato”

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