COSTA NOROESTE DE NORTEAMÉRICA
Intento mostrar en esta entrada mi admiración por todos los protagonistas de ésta epopeya. También por los anónimos tripulantes cuyos nombres no nos han llegado pero que sin su entrega y dedicación, incluso con el sacrificio de las vidas de muchos de ellos, nada de lo que aquí se narra hubiera sido posible.
Los derechos territoriales españoles sobre América del Norte datan de la bula papal de 1493 y del Tratado de Tordesillas, que asignaron a España todo el territorio de América tras su descubrimiento en 1492. Estos tratados dieron a España derechos exclusivos para colonizar el hemisferio occidental (salvo parte del actual Brasil), incluida la costa occidental de América del Norte. En 1513 Vasco Núñez de Balboa cruzó el istmo de Panamá, descubrió el océano Pacífico y tomó posesión de todas las tierras bañadas por ese océano para la Corona de España en un acto común en la Europa de aquella época.
En aquellos momentos, España estaba dedicando sus mayores esfuerzos y recursos a continuar la colonización de América del Sur, Filipinas, y otros archipiélagos del Pacífico. Hubo algunas expediciones terrestres a final del S. XVI (el Camino Real de Tierra Adentro) que partiendo de México realizaron incursiones en los actuales Nuevo México, Texas y Arizona e iniciaron los asentamientos con la fundación de misiones y presidios en esos territorios y la costa norte californiana.
La exploración sistemática de la costa oeste de Norteamérica no comenzó hasta el último cuarto del siglo XVIII, cuando se tienen noticias de que comerciantes de pieles británicos y rusos se estaban estableciendo en aquellos territorios españoles. Carlos III y sus sucesores enviaron expediciones a conocer la situación y defender los derechos españoles, creando asentamientos permanentes. Entre 1774 y 1795 se llevaron a cabo 14 expediciones. En principio partían de San Blas de Nayarit, en la costa noroeste mexicana. Posteriormente, tras la fundación de un asentamiento en 1789 en la bahía de Nootka (Vancouver), fue ése el punto de partida de las siguientes.
Aunque las expediciones eran de índole política, siempre se han denominado “expediciones científicas”. En aquella época la oficialidad de la Armada española era la que poseía una mayor formación en casi todos los campos científicos, tanto por sus estudios en las magníficas escuelas náuticas, como por la extensa experiencia de varios siglos de exploraciones en todos los mares, ampliamente documentada. Además de la información marítima, geográfica y cartográfica que formaba parte de sus obligaciones, recopilaban y registraban datos sobre las poblaciones nativas. Es por ello que actualmente son considerados como los iniciadores de la etnografía. Dibujaron a los nativos, sus viviendas y poblados, monumentos funerarios y algunos de sus objetos y vestidos. Trataron incluso de determinar su estructura política y sus creencias religiosas. La importancia de estas informaciones radica en que se refiere a tribus que hasta aquel momento nunca habían tenido contactos con hombres blancos.
Las relaciones entre españoles y nativos fueron generalmente pacíficas y amistosas. Los españoles reconocían y aceptaban el superior conocimiento de los indios sobre su territorio, y solicitaban ayuda nativa en el desempeño de las tareas de exploración. Los contados incidentes se producen por dos causas: el interés por parte de los indios de cualquier objeto que tuviera hierro, material del que no disponían, codiciaban y trataban de conseguir por cualquier medio. Y a la incomprensión por parte española de la organización sociopolítica y sentido de la propiedad de los pueblos nativos de aquellas regiones. Desembarcaban para hacer aguada o recoger madera pensando que atracaban en “tierra de nadie” pero, siempre fondeaban en tierras propiedad de alguna tribu a cuyo jefe deberían haber pedido permiso incluso para desembarcar.
A principios de 1774, el entonces virrey de la Nueva España, Antonio María Bucareli y Urzúa, ordenó explorar la costa del Pacífico Noroeste con el objetivo de llegar a los 60° de latitud norte (cerca de la latitud de la actual ciudad de Córdova en Alaska) para descubrir posibles asentamientos de comerciantes rusos de pieles.
ANTONIO MARÍA BUCCARELLI
Expedición de Juan José Pérez Hernández (1774)
Esta primera expedición estuvo comandada por Juan José Pérez Hernández (Palma de Mallorca, 1725-1775 en la costa de California). Bajo su mando a bordo de la fragata Santiago, con una tripulación formada por 86 hombres, la mayoría españoles de origen mexicano, se realizó la primera expedición española que alcanzó la latitud de Alaska. Pérez iba acompañado por fray Joan Crespí Fiol y el padre Tomás de la Peña Suria, quien realizó una serie de dibujos que hoy sirven como registros inestimables de la vida de los Tlingit en el periodo precolonial.
Zarpó de San Blas de Nayarit el 24 de enero de 1774. Tras pasar la isla de Nootka, pequeña isla costera de la gran isla de Vancouver, llegó a la punta noroeste de la isla de Lángara situada en los 54º40’N al norte de las Islas de la Reina Carlota (frente a la Columbia Británica). Debido a la falta de provisiones y la mala salud de su tripulación, puso rumbo al sur sin haber alcanzado los 60ºN. Fondeó de nuevo en Nootka, realizando contactos con los nativos, iniciando en pequeña escala el comercio de mercancías. Llegó a Monterrey (California) el 28 de agosto. Siguió su viaje hacia el sur, llegando a San Blas el 5 de noviembre tras más de nueve meses de viaje.
Fray Joan Crespí Fiol (Palma de Mallorca, 1721–Carmel, 1782). Misionero franciscano y explorador en el Suroeste de Estados Unidos. En 1769 se unió a la expedición de Gaspar de Portolá para ocupar San Diego y Monterrey, continuando hacia el Norte hasta Portolá. En 1770, en colaboración con Fray Junípero Serra, fundaron la Misión San Carlos Borromeo del Carmelo, actualmente Carmel. Sus memorias, publicadas en 1927 y reimpresas en 1971, suministraron un valioso testimonio de aquellas expediciones.
Expedición de Hezeta y de la Bodega y Quadra (1775)
El virrey Bucareli, decidió organizar una segunda expedición que llegara a la latitud prevista. Por esas fechas, ya habían llegado a la base naval de San Blas, un grupo de oficiales titulados en las mejores academias navales de España. Así, el 16 de marzo de 1775 salía del puerto de San Blas la expedición de tres buques comandada por el teniente de navío Bruno de Hezeta y Dudagoitia (Bilbao, 1744-1807), con el encargo de alcanzar la latitud de los 61º para afirmar la soberanía española. La expedición la componían la fragata Santiago, de 225 toneladas y 90 tripulantes, al mando de la cual iba el propio Hezeta y entre cuyos tripulantes se encontraban Juan José Pérez Hernández, segundo en el mando, el piloto Cristóbal de Revilla, los capellanes franciscanos Benito de la Sierra y Miguel de la Campa Cos, y el cirujano Juan González.
El paquebote San Carlos, capitaneado por Miguel Manrique, llevaba suministros para la expedición y para Monterrey. A los tres días de partir, el capitán Manrique, sufrió problemas de salud. Hezeta transfirió a Ayala el mando y le ordenó regresar a San Blas para que Manrique recibiese atención y luego reincorporarse a la expedición. Tras regresar a San Blas, el San Carlos repostó en Monterrey (California), pero no logró alcanzar al resto de la flota y Ayala decidió explorar la zona de la bahía de San Francisco, siendo los primeros europeos conocidos que entraron en ella. A mediados de septiembre regresaron a San Blas.
La tercera nave, la goleta Sonora, la «Incómoda», un cascarón de apenas 11 metros de eslora con 16 tripulantes, iba al mando del teniente de fragata Ayala, embarcándose en ella voluntariamente como segundo oficial Juan Francisco de la Bodega y Quadra con el mismo grado que Ayala. Nacido en Lima en 1743 y fallecido en México, 1794, era un oficial criollo limeño de la Armada española. Su padre era de la nobleza montañesa de Cantabria. Tras el traslado de Ayala al San Carlos para reemplazar a Manrique, Bodega asumirá el mando de la goleta. Francisco Antonio Mourelle de la Rúa (San Adrián de Corme, Coruña, 1750-Cádiz, 1820), quedó como segundo al mando de la Sonora. Este, además de estas expediciones del Pacifico norte, viajó extensamente a Filipinas, Tonga y las Islas Salomón. En 1811 obtuvo el grado de Comodoro.
El Santiago y la Sonora, navegaron juntos hacia el norte, aunque el Sonora demostró ser peor barco de lo esperado en aguas abiertas, debiendo ser incluso remolcado en ocasiones por el Santiago. Entre el 9 y el 19 de junio de 1775, la expedición fondeó en Puerto de la Trinidad (Trinidad Bay), en el norte de la actual California. Hay descripciones de las costumbres de los nativos, los Yurok, que recogen todos los aspectos de su vida, antes de haber tenido contacto con el mundo occidental. Se trata de la primera documentación sobre esta cultura, siendo consciente Bodega de que “no haya llegado otro [barco], a esta costa”.
El 14 de julio por la mañana, Hezeta tomó «breve» posesión de tierra en el país de los quinault. La breve descripción de los pocos nativos presentes se refiere a su buen aspecto y a las pieles de nutria que vestían.
El día anterior se habían acercado varias canoas de indios a la Sonora, aparentemente con intenciones pacíficas. Pero el mismo día 14, al enviar un destacamento a tierra para hacer agua y leña, fueron atacados por los nativos que mataron a seis marineros y al contramaestre de la Sonora. Varios nativos en canoas trataron de subir a bordo del pequeño Sonora. Bodega, en defensa propia, ordeno disparar hiriendo y matando a varios indios. Los diarios dan noticias de las características de los guerreros, de su robustez, de sus arcos y cueras de defensa, de sus grandes canoas, así como de los alimentos que habían llevado para intercambiar.
Tras el desgraciado incidente y la debilidad de la tripulación debido al escorbuto, Hezeta es partidario de regresar a San Blas. Iniciado su retorno, el día 17 de agosto Hezeta descubre en su viaje una entrada que pensó podía ser el buscado paso interoceánico del Norte del continente, o la desembocadura de un gran rio. En efecto, era el río Columbia, en el que no pudo entrar para explorarlo, debido a la fuerte corriente y las elevadas bajas por enfermedad de la tripulación.
Bodega decide continuar con el encargo de llegar hasta los 61ºN. El 7 de agosto llega al Puerto de Guadalupe y el 18 al de los Remedios (ambos en la isla Kruzof, Alaska). Allí encuentra el pueblo sitka, reseñando escuetamente que no son corpulentos ni blancos, las pieles con las que se cubren y los adornos de sus orejas, nariz y labio inferior.
El 21 de agosto sale del Puerto de los Remedios, llegando el 24 al que llamó Puerto de Bucarelli (en honor del Virrey) en el archipiélago Príncipe de Gales, encontrando rastros de otro pueblo, más tarde conocido como los klawack. Siguieron hacia el norte hasta llegar a la latitud 59°N, casi la estipulada en sus órdenes, y el 8 de septiembre, decidieron reemprender rumbo al sur, con la tripulación y su comandante enfermos de escorbuto dada la carencia de alimentos frescos. El 16, tras un fuerte temporal y con las bodegas inundadas casi por completo, con muchos hombres enfermos o heridos, emprende la vuelta, sin abandonar la observación de la costa. El 23, entra en una bahía al norte de San Francisco, la actual Bodega Bay. Describe los indígenas miwok costeños: sus características grandes canoas de tule[1] (monóxilas, o sea, de una sola pieza), sus adornos, sus cestos y su aspecto corpulento y robusto.
Con sólo dos marineros sanos a bordo, el Sonora, ancló finalmente en la bahía de Monterrey el 7 de octubre, donde se encuentra fondeada la fragata Santiago. Bodega y Mourelle tuvieron que ser llevados a tierra para recuperarse. Durante las siguientes semanas los dos comandantes y la tripulación del Sonora recobraron la salud gracias a los misioneros y a sus compañeros del Santiago. El 1 de noviembre ambos barcos partieron nuevamente y juntos se dirigieron a San Blas, para informar de su periplo. El 3 de noviembre Juan Pérez falleció de escorbuto y se le hizo un sepelio en el mar, con una misa, una salva de disparos y un cañonazo final. Fue considerado un verdadero héroe y un ejemplo a seguir por la joven oficialidad.
Se realizaron tablas y mapas precisos que más tarde sirvieron como prueba de la pretensión de España en el territorio costero de lo que ahora es Monterrey (California), hasta el golfo de Alaska. Comprobaron la inexistencia de comerciantes y asentamientos rusos y tomaron posesión formal de esas tierras de acuerdo al derecho internacional de la época.
La expedición de Arteaga y de la Bodega y Cuadra. 1779
Esta expedición se dirigió a la exploración del área del Puerto de Bucareli y la entrada de Cook y partía con instrucciones de alcanzar los 70° de latitud norte. Los objetivos de la expedición eran evaluar la penetración de los rusos en Alaska, la búsqueda de un paso interoceánico en el Noroeste, y la posible captura de James Cook si lo encontraban en aguas españolas, ya que se sabía de las exploraciones que había realizado Cook el año anterior a lo largo de la costa del noroeste del Pacífico. Mientras se desarrollaba la expedición de Arteaga, España entró en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos como aliado de Francia, precipitando en paralelo la Guerra anglo-española. Arteaga no pudo encontrar rastros de la flota de Cook. Ignoraba que había sido asesinado en Hawái en febrero de ese mismo año 1779 en una disputa con nativos.
La componían de nuevo dos navíos. La fragata Princesa, de 189 toneladas y 98 tripulantes, construida en San Blas, se encontraba al mando del teniente de navío Ignacio Fernando Arteaga y Bazán Infante (Aracena 1731-1783), de padres vascos de linaje noble, al parecer formado en la academia naval de Cádiz.
El segundo oficial era Fernando Quirós y Miranda. Primer piloto José Camacho y Brenes y el segundo Juan Pantoja y Arriaga. Juan García, cirujano. Dos capellanes franciscanos, Juan Antonio García Riobó y Matías Santa Catalina Noriega.
La segunda nave, la fragata Favorita de 193 toneladas y 107 tripulantes, iba al mando del teniente de navío Juan Francisco de la Bodega y Quadra, llevando como segundo oficial a Francisco Antonio Mourelle de la Rúa y el cirujano Mariano Núñez de Esquivel. Primer piloto José Cañizares y segundo Juan Bautista Aguirre. El capellán Cristóbal Díez. Por coincidencia de carácter e intereses. Bodega y Mourelle desarrollaron una gran amistad y formaron un magnifico tándem que redundo en una gran eficiencia en sus singladuras.
El 11 de febrero salieron ambas fragatas de San Blas y, aunque separadas por una tormenta el 20 de abril, tras 82 días de navegación, se reunieron en el puerto de Bucarelli el 3 de mayo con solamente diez horas de diferencia. Permanecieron hasta el 1 de julio.
Mourelle fue enviado a reconocer el Puerto de Bucarelli, zarpando el 18 de mayo con dos lanchas. Componen el grupo de exploradores, José Camacho, Juan Bautista Aguirre, Juan Pantoja y el cirujano Juan García, con “lo más lucido de la marinería” y para su protección cinco soldados y un condestable. Regresaron el 12 de junio. Un hecho curioso es la deserción de dos marineros el 13 de junio para quedarse a vivir con los klawack. Fueron devueltos por la fuerza al día siguiente por los nativos. También es de reseñar la obtención por intercambio de tres niños nativos.
Mourelle es el autor de un interesante diario de la expedición por cuanto describe con minuciosidad los nativos klawack. Reseña las tensas relaciones iniciales con los nativos, debido a los intentos de robar cualquier objeto de hierro y por el desconocimiento de los españoles del sentido y estructura de la propiedad de los nativos. Gracias a la prudencia de Mourelle, no tuvieron consecuencias irreparables.
Describe el tipo físico de los klawack, sus vestidos y adornos, entre ellos el peculiar adorno labial de las mujeres nobles en el labio inferior. Le llama la atención el armamento defensivo: larga túnica de fuerte cuero, peto de tablillas, la gola y el morrión, que “toma la forma de un animal feroz”, así como las armas ofensivas. Admira su arte, su cestería y la talla de la madera. Describe enterramientos en cajas depositadas sobre tarimas. El relato de un intercambio de tres niños, que no son de los “más bien parecidos” que llegaban en las canoas, le hace suponer que está en presencia de alguna forma de esclavitud y que los niños eran esclavos.
El 1 de julio zarparon del Puerto de Bucarelli para dirigirse hacia el noroeste, recorriendo la costa desde la bahía del Príncipe Guillermo hasta la entrada de Cook (sureste de Alaska). El 16 de julio divisaron el monte San Elías y dieron a la actual isla Kayak el nombre de Nuestra Señora del Carmen. El 22 de julio Arteaga desembarcó y tomó posesión del que llamaron Puerto de Santiago Apóstol, en la isla Santa María Magdalena, hoy puerto de Etches, en la isla Hinchinbroke. Se trataba del punto más septentrional alcanzado por exploradores españoles (61º17’N). Navegaron después hacia el suroeste y tomaron posesión de la ensenada de Nuestra Señora de la Regla, cerca del extremo de la península de Kenai, y avistaron la isla Afognak.
Viajaron, por territorio de los esquimales chugach. Les llamaron especialmente la atención y describieron con minuciosidad sus peculiares embarcaciones, los kayaks, sus vestidos y arpones.
A lo largo de la travesía, las tripulaciones de ambos buques sufrieron muchas penalidades, incluyendo la escasez de alimentos y el escorbuto. Debido a ello, Arteaga decidió regresar al sur. El 8 de septiembre, los barcos se reunieron y comenzaron el viaje de regreso a San Blas sin haber encontrado a los rusos. Ambas fragatas fondearon en San Blas el 21 de noviembre.
Los españoles eran normalmente reservados acerca de sus viajes de exploración y los descubrimientos realizados. Sin embargo, el viaje de Arteaga y Bodega y Quadra se dio a conocer ampliamente. El almirante francés La Perouse obtuvo una copia de su mapa, que fue publicado en 1798. El diario de Mourelle fue adquirido y publicado en Londres en 1798 por la editorial Daines Barrington.
[1] El Tule es el árbol con el diámetro de tronco más grande del mundo. En el atrio de la iglesia de Santa María del Tule en Oaxaca, México, existe un ejemplar cuyo tronco tiene un diámetro de 14,05 metros. Su edad real es desconocida, pero según estimaciones es de más de 2000 años. En un viaje al país tuve la oportunidad de ver tan impresionante árbol.
La expedición de Martínez y Haro. 1788
Tras la interrupción de la actividad durante ocho años debido al fallecimiento del Virrey Bucarelli y la guerra hispano británica, empezaron a llegar noticias fidedignas sobre el expansionismo ruso y su presencia en la bahía de Nootka y en otros enclaves. Cuando se restauró la paz con Gran Bretaña, después del Tratado de París, se iniciaron de nuevo nuevos viajes a las costas del Pacífico. El primero, un viaje de exploración a los 60° norte y al oeste de Unalaska, Islas Aleutianas, para investigar la presencia rusa y sus actividades de las que se tenían noticias por el malhadado navegante francés Jean François Galaup, conde de La Perouse, cuya expedición naval alrededor del mundo desapareció por completo en 1788 en la travesía entre Sidney (Asutralia) y Nueva Caledonia, Vanikoro e Islas Salomón.
Al mando de la expedición se encontraba el alférez de navío Esteban José Martínez (Sevilla, 1742-1798). Estudió en la escuela para pilotos del Colegio de San Telmo de Sevilla. Fue segundo de a bordo en la expedición de Pérez Hernández de 1774. Comandaba la fragata Princesa, con una tripulación de 89 hombres. El primer piloto era Antonio Palacios, los segundos pilotos Esteban Mondofía y Antonio Serantes, los capellanes José López de Nava y José María Díaz y el cirujano Diego Muñoz.
Esteban Mondofía, piloto experto enrolado en la armada española, era nacido en Dubrovnik en la costa de Dalmacia. Fue enrolado en esta expedición por su origen eslavo y conocimiento del idioma ruso. En su primer contacto con rusos, estos quedaron muy impresionados por su participación en sus actos religiosos. Siguió formando parte de las expediciones en las que se preveían contactos con rusos.
El segundo buque era el paquebote San Carlos con una, tripulación de 83 hombres, al mando de Gonzalo López de Haro (Puebla, 1781–1823), que además de marino destacó como topógrafo, levantando buenos planos de las costas de California y Sonora.
Los pilotos eran José María Narváez y Juan Martínez y Zayas, un aprendiz de piloto, José Verdia. El capellán Nicolás Loera.
La expedición zarpó de San Blas el 8 de marzo. El 25 de mayo, Los barcos llegaron al Prince William Sound (SO de Alaska). Buscando evidencias del comercio de pieles ruso las naves se dirigieron hacia el oeste. En junio López de Haro alcanzó la isla de Kodiak y supo por los indígenas que había un puesto ruso cerca. Recibió la visita de 11 canoas de los primeros esquimales chugach. Ante su amistosa disposición fueron invitados a subir a bordo. Sus contactos frecuentes con el pueblo de los chugach, le permitió al piloto Narváez realizar un detallado informe etnográfico sobre los mismos.
El día 28 comenzaron a costear la isla Montague y el 1 de junio tomaron posesión de una ensenada en la latitud de 60º a la que llamaron Puerto de Flores como homenaje al nuevo Virrey. Encontraron restos de un asentamiento ruso de Potak K. Zaikov, navegante y aventurero ruso que trabajada para comerciantes de pieles rusos y británicos.
El 27 de junio se produjo el primer encuentro entre españoles y rusos en América, hacia los 56º 44′ de latitud, en el cabo Dos Puntas, actual isla Sitkalidak (en el golfo de Alaska). Doce canoas provenientes del cabo Dos Puntas les visitaron, con evidentes señales de “aculturación”, señaladas por Narváez. El 30 de junio son visitados por “indios” vestidos con camisas azules, botas y calcetines, y cuatro rusos.
López de Haro envió a Narváez en un bote a buscar el puesto ruso en Three Saints Bay. Narváez encontró el puesto, convirtiéndose en el primer español en entrar en contacto con un gran contingente de rusos en Alaska. Narváez se reunió con el comandante ruso, Evstrat Delarov y de regreso le llevó al San Carlos para que se entrevistase con López de Haro; luego lo devolvió a su puesto de avanzada. Delarov dio a Narváez un mapa ruso de la costa de Alaska y le indicó la ubicación de los siete puestos rusos que tenían ya cerca de 500 hombres. Delarov también le dijo a Narváez que los rusos querían ocupar el Nootka Sound.
Después del encuentro, López de Haro navegó hacia el este y se unió a Martínez en la isla Sitkinak. Con la información proporcionada por Delarov, la expedición viajó a la isla de Unalaska, donde había un importante puesto ruso bajo el mando del propio Potap Kuzmich Zaikov. Martínez llegó el 29 de julio y López de Haro lo hizo el 4 de agosto. Zaikov dio a Martínez tres mapas que comprendían las islas Aleutianas
El 2 de agosto llegaron a Unalaska, sede del principal establecimiento ruso, donde pudieron confirmar que los rusos llevaban ya establecidos allí y en otras islas vecinas veintiocho años. Habían realizado expediciones a la Entrada de Cook y a la del Príncipe Guillermo; tenían seis establecimientos con seis galeotas y 462 hombres, y otra galeota con 40 hombres que recorría la costa hasta Nootka comprando pieles. Y aunque no tenían todavía allí un establecimiento, pensaban enviar dos fragatas al año siguiente para fundarlo.
La expedición española dejó Unalaska el 18 de agosto de 1788, emprendiendo rumbo sur hacia California y México. Debido a las crecientes desavenencias entre Martínez y López de Haro, los barcos perdieron el contacto a los tres días, navegando hacia el sur por separado. Martínez lo permitió, pero ordenó a López de Haro reunirse con él en Monterrey, California. López de Haro, con el apoyo de Narváez y los otros pilotos, se declaró fuera del mando de Martínez y navegaron de regreso a San Blas por su cuenta, llegando el 22 de octubre de 1788. Martínez pasó un mes en Monterrey en espera de López de Haro y llegó a San Blas el 14 de noviembre, encontrándose frente a varios cargos por un liderazgo irresponsable. Pronto recuperó el favor y fue puesto a cargo de una nueva expedición para ocupar el Nootka Sound.
Juan Francisco de la Bodega y Quadra
Francisco Antonio Mourelle de la Rúa