HABLANDO DE ENERGIA 11

LOS RESIDUOS RADIACTIVOS

almacen-habog

ATC RESIDUOS ALTA ACTIVIDAD DE HABOG HOLANDA

Quiero empezar este artículo con una frase tomada del libro de D. Fernando Savater “La vida eterna”:

Nos pasamos la mayor parte de nuestra vida preocupados por cosas que ni han sucedido ni van a suceder.

¿Son peligrosos los residuos radiactivos? Por supuesto: residuos, radiactividad, alta actividad… ¿Quién no conoce el símbolo de la radioactividad? ¿Quién no ha escuchado alguna vez que sus efectos duran millones de años? Todos  sabemos que son peligrosísimos, especialmente  si se nos ocurre darnos un baño en la piscina donde se almacenan recién sacados del reactor.

Ante el temor irracional a las centrales nucleares y los apocalípticos males que según algunos pueden ocasionar, vamos a echar un vistazo a otras actividades humanas, algunas conectadas con la producción de energía y otras no.

¿Son los únicos residuos industriales dañinos o altamente tóxicos? Evidentemente no y por ello sería deseable que la totalidad de los residuos de todas las industrias fueran tratados como los radiactivos, es decir, que se mantuvieran localizados y controlados y no dispersos sin control alguno en la naturaleza.

¿Conoce algunas de esas sustancias altamente tóxicas? Pues aquí va una pequeñísima muestra de las que se manejan a diario por la industria: cloruro de hidrógeno y ácido clorhídrico (limpieza, tratamiento y galvanización de metales, refinación y manufactura de una amplia variedad de productos); cianuro (sustancia química extremadamente venenosa, de uso industrial en la galvanoplastia de electrodeposición de zinc, oro, cobre y plata); amoníaco (fabricación de abonos y fertilizantes, textiles, plásticos, explosivos, pulpa para  papel, alimentos y bebidas, productos de limpieza domésticos, refrigerantes y otros productos), arsénico (insecticidas, herbicidas y decolorantes de la madera, otro potente veneno) y una larga lista de otros productos muy nocivos para salud de las personas y del planeta. Por desgracia el control solo se exige a  la industria nuclear, la bestia negra de los ecologistas, ignorando (o casi) el resto de los riesgos.

El conjunto de las centrales térmicas de combustibles fósiles en España (26 de carbón, 5 mixtas y 32 de ciclo combinado) emiten a la atmosfera 225 millones de toneladas de CO2 al año (una media de 428 toneladas por minuto); emiten además,  dióxido de azufre y de nitrógeno (que como vimos en el artículo Nº 4, dedicado a las térmicas de carbón, al combinarse con la humedad de la atmosfera se transforman en ácido sulfúrico y nítrico y provocan la lluvia ácida); cenizas, trazas de todo tipo de metales, como plomo y cadmio. Por último, también se emiten, entre las cenizas, uranio, radio y torio, que se encuentran presentes en algunas partes por millón en el carbón. Son además una fuente del gas radioactivo radón, la fuente  natural más peligrosa de radioactividad.

Según un informe hecho público este año por la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA), la contaminación atmosférica producida por esas emisiones es responsable de 524.000 muertes prematuras al año en Europa (PEV-Perdida de Esperanza de Vida), de las que 432.000 se deben a la exposición continuada a las partículas en suspensión más finas, 75.000 por dióxido de nitrógeno (NO2) y 17.000 por ozono troposférico (O3).

El estudio, de 64 páginas y titulado “La calidad del aire en Europa. Informe 2015”, indica que “la contaminación del aire es el mayor riesgo de salud ambiental en Europa”, puesto que “acorta la esperanza de vida de las personas y contribuye a enfermedades graves, como enfermedades del corazón, problemas respiratorios y cáncer”.

El informe cuantifica las muertes prematuras asociadas a la polución en 40 países europeos, incluidos los 28 de la UE, con datos correspondientes a 2012. España ocupa la sexta posición, con 33.200 víctimas mortales, sólo por detrás de Italia (84.400), Alemania (72.000), Francia (52.600), Reino Unido (52.430) y Polonia (47.300).

La minería del carbón ha sido, desde sus inicios, una actividad muy peligrosa.  Sólo en los EE.UU., más de 100.000 mineros de carbón murieron en accidentes en el siglo XX, con más de 3.200 muertos tan sólo en 1907. Los peligros de la minería subterránea incluyen asfixia, intoxicación por gas, hundimiento del techo y las explosiones de gas. Las explosiones por gas grisú pueden desencadenar explosiones del polvo de carbón en suspensión mucho más peligrosas porque pueden afectar a toda una fosa o galería.

En países desarrollados, con las explotaciones a cielo abierto, ha disminuido la mortalidad sin embargo, en los países menos desarrollados y algunos países en desarrollo (precisamente los que venden el carbón más barato), muchos mineros siguen muriendo cada año, ya sea por accidentes directos en minas de carbón o por consecuencias adversas de salud. China, tiene el mayor índice de muertes relacionados con la minería de carbón. Sus estadísticas oficiales declaran 6.027 muertes ocurridas solo en 2004. En los EEUU hubo tan solo 28 muertes  el mismo año. La producción de carbón en China es el doble de la de EEUU, siendo el número de mineros 50 veces mayor, lo que hace que las muertes en las minas chinas sean más elevadas por trabajador empleado. Creo que todos tenemos en nuestra memoria reciente terribles accidentes mineros en diversas partes del mundo.

Enfermedades pulmonares crónicas, como la neumoconiosis (que se produce por la inhalación de polvo y la acumulación de residuos sólidos inorgánicos o partículas orgánicas en los bronquios, los ganglios linfáticos o el parénquima pulmonar: silicosis y asbestosis las más frecuentes), fueron comunes en los mineros, llevando a una drástica reducción de su esperanza de vida. En algunos países mineros, estas enfermedades son aún comunes. 4.000 nuevos casos cada año en USA y 10.000 nuevos casos en China.

El tsunami del año  2.000 que ocasionó más de 230.000 víctimas en las costas del Océano Índico es el de mayor número de víctimas que se recuerda en una catástrofe natural; el de Japón que destruyó la central de Fukushima ocasionó, según la Policía Nacional japonesa, 15.845 muertes, 3.380 desaparecidos y 5.893 heridos. El análisis de los 13.135 cuerpos recuperados  reveló que el 92.5 % de los fallecidos murieron ahogados, hubo 50 suicidios y otras causas, pero ningún fallecido a causa de la radiación. Las víctimas de  los accidentes de tráfico a nivel mundial cuyos datos no he sido capaz de encontrar o cuantificar (solamente la UE contabilizó un total de 26.000 fallecimientos y 135.000 heridos graves en carretera en 2015. ¿Se debería prohibir el automóvil?); los accidentes aéreos y ferroviarios; los frecuentes huracanes en el Caribe y Estados Unidos; terremotos de diversa magnitud y entrada en actividad de volcanes a lo largo y ancho del mundo…  son fenómenos aceptados con naturalidad sin que el miedo nos obsesione.

Mientras, en estos periodos, ¿cuántas muertes se han producido debidas a accidentes en la energía nuclear?  En la entrada anterior se reflejaron los tres más graves y su número de víctimas, es irrelevante con relación a las reflejadas arriba. De hecho solo en dos de ellos hubo fallecidos, en uno de los cuales fueron solo 2. Sin embargo la psicosis, el miedo, acerca de los peligros de esta energía son patológicos e injustificados. En Francia, con 58 centrales nucleares funcionando  desde los años 70. ¿Recuerda alguien algún accidente, alguna fatalidad debida a la radiactividad en esas centrales?

¿Hay más muertes anualmente por accidentes aéreos que por la energía nuclear? Sin duda alguna. En el año 2012, según el informe anual de IATA fueron 414 personas. Los años 2013 al 15, han sido negros por la siniestralidad aeronáutica. El aumento de la capacidad de las modernas aeronaves hace que los siniestros cada vez  ocasionen mayor cantidad de víctimas. ¿Sería lógico prohibir el transporte aéreo por ello? La respuesta la dejo a criterio del lector.

Quiero también reseñar  el impacto del tráfico aéreo en la contaminación ambiental. Según el mismo informe IATA, en ese año, el número de vuelos civiles en el mundo fue de 29,6 millones, en los que se transportaron 2.970 millones de pasajeros. Las emisiones de CO2 fueron 12 millones de toneladas. Además de estas emisiones, se emiten también óxidos de nitrógeno (NO3) que contribuyen mucho a la formación de Ozono (O3). El vapor de agua emitido por las grandes aeronaves, forma estelas de condensación que dan a lugar a formación de cirrus que también influyen en el calentamiento global. También liberan hollín y partículas de sulfatos, residuos del combustible que utilizan. Todo ello influye en la formación de nubes y surte efecto en el calentamiento atmosférico.

Existen organizaciones cuyo único objeto parece ser atacar de continuo algunas  actividades industriales al tiempo que ignoran los peligros de otras.  Y no siempre haciendo gala de veracidad y honestidad en sus argumentos, lo que me lleva a preguntarme desde hace tiempo, a quien sirven realmente y como se financian. Hay un interesante libro del profesor Bjorn Lomborg (El ecologista escéptico-Ed. Espasa hoy) antiguo miembro de Greenpeace, en el que hace un concienzudo trabajo profesional de evaluaciones imparciales de muchos temas y previsiones alarmistas que se utilizan para mantener el “mantra” ecologista, mostrando su falsedad  y mostrando que en algunos casos que consiguieron imponer sus ideas acabaron con catastróficos resultados. Me viene a la memoria la prohibición del DDT, que disparó de nuevo la malaria y el paludismo en África y Sudamérica cuando casi se había erradicado el vector de transmisión con el uso de ese insecticida. La experiencia desde entonces ha  demostrado donde se sigue usando, que los efectos nocivos que se atribuían al mismo, eran muy inferiores a sus beneficios y en ningún caso tan terroríficos como se alegaban.

En estudios actuariales de seguros, en los que se evalúan  los riesgos de pérdida de esperanza de vida (PEV) debido a diversas causas para calcular las primas aplicables en función de las actividades, los resultados son sorprendentes. Voy a reproducir los que encabezan la lista y algunos muy curiosos. Reflejo el riesgo y la PEV en días:

Riesgo: Pobreza, PEV: 3.500 días; fumar cigarrillos, 2.300; Enfermedades cardiovasculares, 2.100; Soltería, 2.000; Minero de Carbón, 1.100; 15 kg. de sobrepeso, 980; Alcoholismo, 230; Accidentes de trabajo, 74; caídas, 39; vivir en la vecindad de una central nuclear, 0,04.

Tras todo lo anteriormente expuesto, tendremos que llegar a la conclusión de que  el OFICIO DEVIVIR ES PELIGROSO, y el final,  marcado desde el nacimiento, termina siempre igual. Pero no podemos estar permanentemente atenazados por el temor del inevitable final. Todos deseamos que llegue lo más tarde posible pero nuestros deseos no suelen mandar en las circunstancias externas de nuestra vida y así hay que aceptarlo.  De una forma u otra, antes o después, el final es el mismo. Pues eso.

Todo ello hace muy difícil entender la actitud antinuclear de los grupos ecologistas cuando existe un peligro más grave que empieza a ser irreversible según un grupo de científicos encabezados por el profesor Lovelock: un cambio climático de consecuencias imprevisibles para el mundo, aunque día a día vamos percibiendo sus efectos.

Un amigo que vive a unos 40 Km de una central nuclear me comentaba su preocupación por el “grave problema” que supone que los residuos se almacenen en las “piscinas” de las centrales, con lo que mostraba un radical desconocimiento del tema.  En efecto, el combustible usado pasa entre 10 y 30 años en las piscinas de las centrales nucleares, donde su radioactividad se reduce de forma drástica. El único problema es el espacio. Con los años los tanques  de almacenamiento se llenan y es preciso sacar parte del combustible gastado. Cuanto más tiempo permanecen los residuos en las piscinas más baja es su radiactividad y más fáciles son de manipular. Mantenerlos almacenados un tiempo y no destruirlos posibilita reprocesarlos en algún momento, utilizándolos, por ejemplo, como combustible para los futuros reactores de fusión, tras lo que quedarán como un material casi inerte.

La fecha prevista de saturación de los tanques en las siete centrales operativas en España, variaba entre el año 2013 y el 2022. En cualquier caso, los tanques no tienen capacidad para almacenar los residuos de un accidente de grandes proporciones. Tras el incendio de la central de Vandellós en 1989, hubo que extraer y controlar los residuos generados, en su mayor parte chatarra industrial contaminada. Como España no cuenta con ningún almacén para residuos de alta actividad, se decidió llevarlos a Francia que cuenta con esas instalaciones. El coste de ese almacenamiento es de 10 millones de pesetas diarios (60.000 euros). Desde el 1º de enero de 1990 hasta el 31 de diciembre de 2015 han transcurrido 9.495 días.  El importe total pagado ascendería a 569,7 millones de euros. Creo que el coste presupuestado del ATC (Almacén Temporal Centralizado) de Villar de Cañas es de unos 900 millones de euros actuales. Si se hubiera hecho en su momento, con mucho menos de lo pagado a Francia estaría terminado, teniendo en cuenta la variación de la paridad del poder de compra (PPP) entre 1990 y la actualidad.

España, se hará cargo de sus desechos cuando por fin (¿?) se termine un ATC como los que ya existen en los  países con infraestructura nuclear. La fecha límite era 2015 y de momento se ha aplazado hasta 2017, sólo entonces sabremos si tendremos que seguir pagando a un tercer país por el almacenaje de nuestros residuos, aunque una normativa de la UE no permite el almacenamiento indefinido de residuos de alta actividad de un país europeo en otro, por lo que habrá que darle una solución definitiva.

Desde 1961 existe un almacén para residuos de baja y media actividad en El Cabril, Córdoba, donde existió una mina de uranio ahora agotada. Según estimaciones de 2004 se encontrará lleno cerca del año 2030. Recibe anualmente unos 3.000 bidones (más de 1.000 metros cúbicos). De ellos, cerca del 95% procede de las siete centrales nucleares que se encuentran en producción y el resto llega de hospitales, universidades y laboratorios de investigación públicos y privados. El almacenamiento es un bunker de superficie que alberga los residuos en recipientes adecuados.

Los ATC se diseñan para resistir todo tipo de desastres: inundaciones, tornados, misiles y cambios extremos de temperatura. Cuando los residuos han pasado más de diez años en la piscina, su actividad ha disminuido de tal manera que previa preparación, se introducen en barriles secos con un blindaje de doble capa que detiene por completo la radiación gamma, emitiendo al exterior únicamente calor a temperatura  similar al de la calefacción doméstica.

El Sr. James Lovelock, con su habitual mordacidad, ha ofrecido el jardín de su casa para almacenar algunos barriles secos o residuos vitrificados, con la pretensión de aprovechar la energía térmica que producen. No me importaría adherirme a la propuesta considerando el precio del gasóleo para calefacción. La idea no es ningún disparate; es perfectamente factible,está patentaday las únicas razones para no llevarla a la práctica son “políticas”, por llamarlas de alguna manera.

¿Dónde almacenarlos? Bernard Cohen y James Lovelock sugieren dos alternativas para librarse de ellos. El primero propone arrojarlos a los fondos  marinos. El segundo, repartirlos por la selva del Amazonas y otros entornos naturales que considera sagrados, a fin de protegerlos de la invasión humana.

La propuesta de Cohen es perfectamente sensata desde el punto de vista científico. Los residuos, una vez vitrificados se alojan en contenedores de gruesas paredes de acero inoxidable, titanio o zircaloy (la aleación con que se construyen las vasijas de los reactores) que pueden aguantar miles o decenas de miles de años sin corroerse. El vidrio es insoluble en el agua. En los ríos Tigris y Éufrates se han encontrado objetos de vidrio de las civilizaciones Sumeria (extinguida el 2.000 a.C.) y Babilónica (extinguida el 539 a.C.), en buen estado; también se han encontrado recipientes y adornos de cristal en pecios submarinos de barcos fenicios y griegos foceos de más de 2.500 años. Piezas de todas estas civilizaciones se pueden ver en  los museos arqueológicos.  Si esos vidrios han resistido en buen estado con técnicas de fabricación primitivas, con las técnicas actuales de fabricación pueden durar muchos miles de años más.

La totalidad de los residuos radioactivos producidos hasta la fecha por la industria nuclear mundial cabe más o menos en unas 100 hectáreas. Asumiendo que el número de centrales aumentara 10 veces y que operaran durante 500 años más, llenaríamos unos 10 kilómetros cuadrados, que no son nada comparados con los más de 350 millones de kilómetros cuadrados de océanos.  La Dorsal Centro Atlántica, una espectacular cordillera submarina que va desde Islandia hasta las estribaciones de la Antártida, tiene en su fondo unas placas tectónicas que se mueven al ritmo de unos 10 centímetros por año. Las cumbres de esa cordillera submarina, tienen alturas sobre el fondo marino de entre 2.500 y 3.000 metros y sus más altas cumbres están a profundidades similares de la superficie del mar. El punto más profundo de los océanos,  el Abismo Challenger, que se encuentra en la fosa de las Marianas es más profundo que la altura del Everest. Es tan profundo que si se situara el Everest en su fondo le faltarían más de 2 km para llegar a la superficie.

Hay cordilleras parecidas en todos los océanos que están enlazadas entre sí formando una red submarina de unos 70.000 kilómetros de longitud. Las fosas entre cordilleras tienen anchuras de entre 2.000 y 4.000 kilómetros y su abismo central lo forman hoces impresionantes de laderas casi verticales.[i]

Si los contenedores se lanzaran a lugares bien elegidos terminarían cubiertos de roca sedimentaria a esas profundidades y, con el tiempo,  engullidos por los movimientos de las placas tectónicas que los harían inocuos para la vida y el planeta en su conjunto hasta el fin de los tiempos. No parece haber ninguna razón para no resolver el «problema de los residuos» de esta manera sencilla, económica y segura.

De hecho, el terremoto y el consiguiente tsunami que arrasó la región de Fukushima en 2011 (al igual que el que se produjo el pasado día 21 de noviembre de 2016), se debió según el servicio meteorológico de Japón, “al desplazamiento entre placas de subducción entre la placa del Pacifico y la  Norteamericana. Esta placa se desplaza en dirección oeste a una velocidad de 83 mm/año. La placa del Pacífico se mete debajo de Japón, en la fosa del Japón, y se hunde en dirección oeste debajo de Asia.” Casi con seguridad esa es la causa del aumento de altura del monte Everest, que según recientes mediciones  se está elevando y moviéndose hacia el noreste, motivado por la tectónica de placas de la zona asiática. Dos fuentes han cuantificado la velocidad del movimiento estimándolo en 4 mm al año en elevación y entre 3 y 6 mm hacia el noreste[iii].

La propuesta de Lovelock, siempre provocativa, se basa en la constatación de que en la zona de Chernóbil la naturaleza, animal y vegetal,  ha vuelto de forma pujante. Se han desarrollado frondosos bosques  y, lejos de aparecer mamíferos mutantes o insectos gigantes, las especies autóctonas parecen gozar de una estupenda salud y una elevada  fertilidad,  mejorada por el hecho de que no son consideradas comestibles. A partir de ahí Lovelock deduce de forma lógica que los residuos harían un gran favor a la vida salvaje en el Amazonas que está siendo deforestada de forma atroz,  porque mantendrían a los humanos alejados de la jungla donde se están cometiendo auténticos crímenes contra el equilibrio ecológico de esa zona vital para el mundo.

En su libro último “La venganza de Gaia” nos dice James Lovelock: “La preferencia de la vida salvaje por lugares donde abundan los residuos nucleares (refiriéndose a Chernóbil) sugiere que los mejores lugares para almacenarlos son las selvas tropicales y otros entornos naturales necesitados de un guardián fiable que les proteja de la destrucción por granjeros hambrientos y ávidos constructores”.

Como apunté en mi entrada anterior Chernóbil se ha convertido en uno de los sitios turísticos más visitados de Ucrania (ver los enlaces en la entrada anterior). Un turista español tras su visita a Chernóbil y su entorno escribió en el libro de visitas: “Tras esta visita estoy convencido de que el factor más dañino para la naturaleza no es la radioactividad, sino el ser humano”.  Estoy totalmente de acuerdo.

Otra alternativa distinta de las sugeridas por Cohen y Lovelock consiste en  almacenar los residuos en un depósito geológico profundo apropiado, como se está haciendo en Finlandia y en USA. Existen multitud de depósitos posibles en el planeta, lo bastante espaciosos, secos y estables. Encontrarlos no es un problema técnico, es, una vez más, un problema político. El profesor José Díaz,  catedrático de Física Nuclear de la U. de Valencia, cree que los residuos radioactivos serán útiles en el futuro cercano, bien como combustible en la energía de fusión, bien en aplicaciones tecnológicas.  Otra línea de investigación muy esperanzadora trabaja en la transmutación de los isotopos que forman los residuos, en otros menos activos y de vida más breve.

¿Quién paga la gestión de los residuos radiactivos? ¿La paga el consumidor? Son muchos los que se hacen esta pregunta y la respuesta es muy clara: NO, la pagan los que generan dichos residuos. Estos costes se financian a través del “Fondo para la financiación de las actividades del PGRR” que es gestionado y administrado por ENRESA y controlado por un órgano interministerial externo, el Comité de Seguimiento y Control. Se trata de un sistema de prefinanciación que asegura los medios económicos necesarios para la gestión de los residuos radiactivos en el presente y en el futuro. ENRESA cobra directamente a las empresas titulares de las centrales nucleares una cantidad que varía en función de su producción. También aportan dinero a dicho Fondo, todas las instalaciones de cualquier tipo que generan residuos radiactivos.

Por lo tanto, cuando se afirma que el coste de generación de la energía nuclear, es más barato que el de otras energías, debe de considerarse que en él, se incluye la gestión del combustible gastado, el cierre y  desmantelamiento de las centrales y de la fábrica de elementos combustibles de Juzbado, así como las relativas a la construcción, operación, cierre y sellado de las instalaciones de almacenamiento de RBMA y las correspondientes al almacenamiento temporal y definitivo del CG y RAA[iv], el ATC y un posible AGP (almacén geológico profundo) o las actividades de I+D necesarias para la solución de separación y transmutación de los residuos. Cada año se actualizan los valores que deben aportar las CN que oscila entre 0,316 y 0,348 € por kWh producido.

No tengo conocimiento de que al resto de plantas de energía, de cualquier tipo, se les haya obligado a crear unas reservas para desmantelar y gestionar los residuos procedentes de las instalaciones térmicas de otros tipos, fotovoltaicas y eólicas. Probablemente, en especial en el caso de las fotovoltaicas, estamos abocados a contemplar unos campos llenos de chatarra inservible que nadie va a retirar cuando termine su vida útil…

[i] “Los hilos de Ariadna. Diez descubrimientos científicos que cambiaron la visión del mundo”, Debate, Barcelona, 2007.Profesor Manuel Lozano Leyva

[iii] Fundación Suiza para la Investigación Alpina y National Geographic de USA.

[iv] RBMA: residuos de media y baja actividad; CG: combustible gastado; RAA: residuos de alta actividad.

Una interesante presentación para los que quieran conocer cómo es un ATC de última generación, como el proyectado para Villar de Cañas.

http://www.villardecanas.es/ATC/riesgo.pdf

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