ALI BEY EL ABASSI
Uno de los personajes más fascinantes de la historia de España
Domingo Francisco Jorge Badía y Leblich, hijo de Pedro Badía y de Catalina Leblich, de familia militar flamenca, nació en Barcelona el 1 de abril de 1767.
Aventurero, explorador, científico…, Domingo Badía, o Ali Bey el Abasí, es uno de los personajes más fascinantes de la Historia de España. Se sabe poco de su infancia pero consta que tenía una gran inteligencia y que adquirió de forma autodidacta gran cultura. Estudió Matemáticas y Filosofía, que luego, con el tiempo, ampliaría con la práctica a Astronomía, Geografía, Física, Historia Natural, Cartografía, Música, Dibujo, Teatro y Humanidades. Dominaba además idiomas como el árabe, latín, francés, italiano e inglés. Pero lo que de verdad tuvo influencia en su vida fue la pasión que sintió por la cultura islámica, que le llevó a aprender no solo el idioma, sino a estudiar la historia, la religión, los usos y costumbres de los musulmanes. Tuvo gran amistad con Simón de Rojas Clemente otro orientalista apasionado de la época.
En 1778, su padre es nombrado contador de guerra y tesorero del partido judicial de Vera (Almería), trasladándose a Cuevas de Almanzora (Almería) con su familia. Allí comenzó Domingo a interesarse por el mundo musulmán, tan presente en la zona.
Precoz y adelantado a su tiempo, a los 14 años (1781) figura ya trabajando como funcionario en Granada. En 1791 se casó con María Luisa Burruezo y Campoy (su adorada “Mariquita”) con la que tuvo una hija, María de la Asunción. En 1792 se traslada con su familia a Córdoba para desempeñar su empleo de administrador de rentas de tabaco. En Córdoba estudió el idioma y la cultura árabe. Su espíritu inquieto le lleva a tratar de poner en marcha el primero de sus proyectos, embarcando a su suegro en un negocio de globos aerostáticos que, finalmente, fracasará y lo lleva a la bancarrota, razón por la cual dimitiría de su cargo y se trasladaría, primero a Puerto Real (Cádiz) y más tarde a Madrid, donde trabajaría en la biblioteca-archivo del Conde de Castelfranco a través del cual se relacionaría con la corte.
El 10 de abril de 1801, presentó ante Pedro Cevallos Guerra, Secretario de Estado y del Despacho del rey Carlos IV, un proyecto para realizar una expedición científica a África, apoyándose en el interés que se empezaba a mostrar en Europa por el continente. Se trataba de un viaje de nada menos que 3.250 leguas, unos 18.000 kilómetros, en el que se explorarían el Atlas, el Sahara, el Golfo de Guinea y el Nilo, lugares apenas conocidos por los europeos, cuyos resultados redundarían en beneficio de la Corona española. Fue aprobado gracias al Primer Ministro, Manuel Godoy y Álvarez de Faria con el cual, gracias su carácter abierto y su erudición, había establecido una buena relación.
Pensaba Badía, que las diferentes jornadas de esta ruta eran recorridas habitualmente por caravanas y que si ningún europeo había conseguido completarlas era por su vestimenta y aspecto que estimulaba a los saqueadores y bandoleros. Había, pues, que disfrazarse de musulmán y hacer el recorrido como uno de ellos. Debía transformarse en un musulmán; debía conocer a fondo su cultura y costumbres para tener éxito en su misión.
El proyecto suscitó la oposición de los medios científicos; su autor no esgrimía título alguno y el ardid de disfrazarse era visto por el mundo académico como una frivolidad. Godoy, estaba muy alejado de estas sutilezas: le importaba solo el bien del Estado y autorizó a Badía y su socio, Clemente, a realizar el «viaje preliminar» explicitado en el proyecto, a París y Londres, con la intención de adquirir instrumentos científicos. Posiblemente en estas ciudades se iniciara en la francmasonería, conociendo a eminentes personalidades de la época. Era habitual que cualquiera que en esa época, hablara de ciencia de vanguardia, fuera invitado a entrar en la francmasonería. Esto explicaría sus amistades y los recursos que inmediatamente obtenía de lugares y países en donde nunca antes había estado y cómo logró escalar, sin título alguno ni fortuna, las más altas cancillerías europeas, cuando era un simple funcionario.
Durante su estancia en Londres, una mañana mientras Clemente realizaba visitas científicas, Badía que ya había empezado a dejarse barba, fue circuncidado, requisito indispensable para pasar por árabe.
A su vuelta, Godoy le expuso que el proyecto seguía adelante, pero con una orientación diferente. Lo político se impondría sobre lo científico. El proyecto pasó a ser una misión política-militar: Godoy pensaba aprovechar la inestable situación del reino de Marruecos para poner el país bajo control español. Su misión era ganarse al Sultán de Marruecos. A su vez ponerse en contacto con los rebeldes y estimularles para que lo atacaran. España entonces intervendría para ofrecer su protección al Sultán.
Como Godoy había sugerido a Badía que no lo acompañara Clemente, que era un científico pero no un aventurero, inició su viaje dejando atrás a su compañero Clemente (quien fue compensado por su ayuda previa y su discreción de forma muy generosa). Atravesó Ali Bey el estrecho el 29 de junio de 1803 por Tarifa, luciendo lujosos atuendos árabes. Había sido nombrado Brigadier de los Ejércitos Reales. A todos los efectos, Badía pasó a llamarse -y a ser- Alí Bey el Abassí, príncipe de la dinastía Abasida, hijo de Othman Bey. Había falsificado documentos y genealogías escritas en árabe antiguo en los que se demostraba «fehacientemente» su origen y linaje santo: era descendiente del tío del Profeta y, por tanto, merecía un trato especial.
En sus libros “Viajes por Marruecos” y “Peregrino a La Meca”, describe minuciosamente todos los pormenores del viaje, la ruta seguida, los accidentes geográficos, los monumentos destacados y sus contactos con los habitantes del país, de todos los estratos sociales, de forma rigurosa y muy amena.
Al llegar a Marrakech, le esperaba el Sultán Muley Solimán Ben Mohamed (1792-1822) con el que estableció unas magníficas relaciones y lo colmaría de honores. Ello le permitió cumplir su cometido diplomático-político, con eficacia. Recorrió el país envuelto en ricos ropajes y falsas acreditaciones; frecuentó, a la nobleza del país y al pueblo llano recogiendo una valiosa información geográfica y etnográfica.
En cuanto a su misión, en su correspondencia con Godoy, afirma que logró azuzar la rebelión de las tribus opuestas al Sultán y crear las condiciones para una intervención española. Sin embargo, el plan de Godoy fracasó: no había tenido en cuenta el carácter timorato de su patrón, Carlos IV. Otros estudiosos afirman que su plan fue descubierto y el Sultán pese al afecto que le profesaba le invitó a salir del reino. Pidió autorización al Sultán para desplazarse a La Meca que le concedió.
Se embarcó rumbo a Trípoli con destino final en Alejandría a la que llegó el 12 de mayo de 1806 tras diversos incidentes con el capitán, marinería y la meteorología, que le llevaron, primero al Peloponeso y luego a Chipre. En Alejandría visitó extensamente los lugares arqueológicos realizando notables grabados de los principales monumentos.
El 10 de noviembre llegaba a El Cairo surcando el Nilo, siendo muy bien recibido, él y su comitiva, en su papel de príncipe Abasí y por lo tanto, descendiente del Profeta. En Egipto permaneció hasta mediados de diciembre y durante ese tiempo visitó sus más notables edificios, palacios y mezquitas, que también dibujó. Profundizó en sus costumbres, se relacionó con sus gobernantes. Mostrándose interesado por el pasado y favorecido por sus “orígenes”, se le facilitó el acceso a las pirámides de Guiza, la Esfinge y Saqqara, donde se halla la pirámide escalonada del faraón Zoser. Una de las más antiguas de gran tamaño construida alrededor del 2.650 a.C.
Tras dejar Egipto, continúa su viaje a La Meca donde llegaría a mediados de abril de 1808. En la sagrada ciudad musulmana permaneció durante dos meses, tiempo durante el cual continuó siendo agasajado por sus gobernantes y visitó la Mezquita más sagrada del Islam: Masjid al-Haram donde se encuentra la Kaaba. Zona prohibida a todo occidental. Entró al patio del templo, la Casa de Dios y besó la piedra negra de la Kaaba. Aunque el viaje no se realiza en el mes preceptivo, Al Hiyya y no es Hajj, sino Umrah (peregrinación menor), cumplió todos los ritos de los peregrinos y a partir de ese momento, como es tradición en el Islam, añadió a su nombre el titulo de los que han realizado la peregrinación: Hajj Ali Bey el Abasí.
Dio las siete vueltas preceptivas a la Kaaba; se desplazó al pueblo de Mina donde los peregrinos arrojan contra unas columnas (en la actualidad, un muro) siete piedras en lo que se denomina la “Lapidación del diablo” y otras siete en el paraje en donde vivió el infame Abugehel, enemigo del profeta. Sin duda, también llevaría a cabo el preceptivo sacrificio de un cordero de forma ritual. Conoció al jefe de los envenenadores, estremeciéndose cada vez que le ofrecía un vaso de agua. Ali Bey le regaló valiosos presentes induciéndolo a pensar que era mejor que viviera. Antes de abandonar definitivamente La Meca encontró al envenenador quien le obsequió con el último vaso de agua.
Hoy estos viajes parecen fáciles de realizar (los no musulmanes siguen teniendo prohibido bajo pena de muerte entrar en La Meca y Medina y por supuesto en la Kaaba) pero no hay que olvidar que Domingo Badía Leblich fue el primer europeo que entró en el Masjid al-Haram y vio y besó la piedra negra de la Kaaba, consiguiendo con un elevado riesgo personal, lo que fueron los primeros planos detallados de la Kaaba y zona circundante que se conocían en Occidente.
Posteriormente, tras una larga y penosa travesía por el Desierto Arábigo, el 14 de junio se hallaba de nuevo en El Cairo. Continuó hacia Jerusalén y otras ciudades de Tierra Santa, para continuar a Damasco, Alepo, Acre y Constantinopla. En esta última, conoce de la entrada de los ejércitos napoleónicos en España. Se pone en camino inmediatamente llegando a España el 12 de julio de 1808.
Una vez en España, Badía se posicionó a favor de los franceses, lo que le valió para ocupar importantes cargos civiles en la España ocupada y por ello fue tildado de “afrancesado” y traidor por el pueblo.
En realidad no hizo sino seguir la voluntad del propio rey Carlos IV, con el que se entrevistó en la ciudad de Bayona ofreciéndose a servirlo en el exilio. Informado de sus hazañas, Carlos IV prefirió disuadirlo de seguir su suerte; se limitó a decirle que «España ha pasado al dominio de Francia por un tratado» y le recomendó que tan brillantes proyectos fuera a exponérselos al Emperador: «Ve de nuestra parte a Napoleón y dile de tu persona».
De regreso a España en octubre de 1809, José I, hermano del Emperador, lo designó Intendente General de la Provincia de Segovia. No hay que olvidar que buena parte de los «afrancesados» militaban en las logias de la época. Badía escaló mucho y muy rápidamente en la corte de José I quien, por lo demás, fue Gran Maestre de la francmasonería española tras ocupar el trono. El perfil funcionarial de Badía en aquellos años responde al de «afrancesado francmasón». Después de Segovia, ocupará cargos en Córdoba, Lucena y Écija. El 13 de junio de 1811 es llamado a Madrid después de un enfrentamiento con el mariscal Soult y el conde de Montarco, comisario regio para Andalucía. En «El Correo de Córdoba» se informa que «Ha sido llamado a un destino más importante»: era la prefectura de Valencia de la que no llegó a tomar posesión. El mariscal Suchet, viendo que a las tropas de ocupación las cosas se les ponían cada vez más difíciles, pensaba que no podía confiar ni en los españoles afrancesados.
En 1813 emprendió la huida a Francia con José I y nunca regresará a la patria. Solicitó el perdón a Fernando VII, pero su carta jamás fue contestada. Corto de dinero, decidirá publicar sus recuerdos en un libro que ha pasado a la historia de la literatura de exploración como un clásico: «Los viajes de Ali Bey…»(Ver abajo). El libro fue un éxito en Francia y se tradujo a todos los idiomas europeos, la edición más tardía en aparecer fue la española.
Al producirse la caída de Napoleón y la subida al trono de Luis XVIII, éste requirió la colaboración de Domingo Badía. El rey había sido iniciado en la francmasonería y altos personajes –el duque de Berry, el primer ministro, duque de Decazes, el duque de Choiseul, el conde de Segur, altos cargos de la restauración borbónica– fueron Grandes Comendadores del Supremo Consejo del Gran Oriente Francés. ¿Fue gracias a todas estas militancias que Badía Leblich pudo contar con la confianza del monarca? Es probable.
Luis XVIII lo requiere para una misión similar a la encargada por Godoy, pero en Oriente Medio. Su misión al partir a finales de 1817 de París era secreta. Sus credenciales no iban a nombre de Ali Bey, sino del padre de éste, Otman Bey. La razón de ello era que muchos conocían ya la verdadera identidad del aventurero.
Luis XVIII le otorgó el grado de Mariscal de Campo y pocas semanas después partía para su segundo viaje a Oriente con dos destinos: uno, de nuevo a La Meca de nuevo y otro que, entrando por Etiopía, le llevara a Senegal atravesando Darfur y el río Níger.
El 18 de enero de 1818 escribió desde Milán una última carta a su familia, carta premonitoria y verdadero presagio de muerte: «Escribiendo este papel, que me ha costado algunas lágrimas y bastante esfuerzo, para llevar a cabo, me parece que os tengo delante de mis ojos, que os ven por última vez». Una última carta llega, por vía diplomática desde Constantinopla el 20 de marzo del mismo año. A partir de ese momento ya no hay noticias suyas.
Aquél primer viaje que se inició en febrero de 1818 resultó ser el último, pues encontrándose en Damasco, camino para la Meca, encontró al médico francés Chabassou, quien a la vista de su estado de salud le pidió que desistiera del viaje. Desoyendo los consejos médicos, prosiguió y cuando se encontraban a dos días de Mazarib, a pocas horas de camino de la ciudad jordana de Salt (Balqa), la disentería (o el envenenamiento según otras fuentes) le provocó la muerte. La versión generalmente aceptada es que murió asesinado. Una versión afirma que los inductores de su eliminación fueron diplomáticos ingleses que veían en su misión una maniobra del gobierno francés para ganar influencia en la zona. Otra versión la da el Cónsul de España en Alepo, Ange Durrighelo, en documento enviado al embajador ante el Sultán Turco, Sr. Jara. En ella dice que ha sido reconocido por personas con las que trató en su viaje anterior y que se ha corrido enseguida el rumor de que en la caravana a La Meca iba un europeo. En la última visita que hace al Muftí de Damasco para despedirse, éste debió envenenar su bebida, porque a partir de ese momento empieza a encontrarse mal. Falleció en la novena jornada del viaje.
El cronista madrileño Ramón de Mesonero Romanos escribió una biografía de Ali Bey e investigó su muerte. Dijo haber visto una carta del guardián del convento español de San Francisco en Damasco, en la que asevera que Domingo Badía murió de disentería en 1822. Otra versión, coincidente con esta, sitúa los hechos a finales de 1818, fecha más plausible.
Al amortajar el cadáver encontraron una cruz que llevaba prendida en el pecho. Un compañero de caravana, Abd-el-Karim, «Agá de los Africanos», se quedó con una parte de sus papeles. El resto fue adquirido por una dama inglesa, Lady Lucy Hester Stanhope, sobrina del primer ministro inglés Pitt, que en 1810 se había establecido en las cercanías de Alepo, rodeada de una guardia personal y ejercía autoridad sobre los pastores y montañeses de la zona… el sueño de Ali Bey realizado. Lady Stanhope y el «Agá de los Africanos” creían que en sus notas se encontraban secretos para encontrar tesoros ocultos… ¿Eran quizás notas escritas en el alfabeto masónico tan de moda en el siglo pasado? Jamás lo sabremos. Sabemos que Badía era muy aficionado al símbolo y a la criptografía.
Como comentario final a esta apasionante historia, creo que no debe ser motivo de controversia si Domingo Francisco Badía y Leblich fue científico o espía, afrancesado o patriota, musulmán o cristiano, aventurero o prohombre, porque de lo que no cabe ninguna duda es que sus viajes y la publicación en 1814 en París de su “Voyages d’Ali Bey el Abbasi en Afrique et en Asie: pendant les années 1803, 1804, 1805, 1806 et 1807”; la cantidad de observaciones científicas, memorias descriptivas (políticas, geográficas y etnográficas), planos detallados y dibujos realizados es impresionante y causaron un gran impacto en todo el mundo. Su libro se convertiría en una obra leída profusamente tanto en el ámbito académico como popular. Y ello, en un momento convulso como el principio del S. XIX, en el que esa región estaba vedada a los occidentales. Su trabajo y su ejemplo, contribuyó a que otros exploradores y científicos europeos sintieran el deseo de conocer aquellas tierras y culturas. Está considerado como uno de los iniciadores de la egiptología. Todo ello le valdría el reconocimiento de los científicos y sería la inspiración de otros exploradores como Richard Francis Burton (1821-1890) o Alexander von Humboldt (1769-1859) que seguirían sus pasos.
- Domingo Francisco Badía Leblich
FUENTES.-
*”Viajes por Marruecos”.- Domingo Badía. Ed. Círculo de Lectores. 1998. Introducción y notas a cargo de D. Salvador Barberá Fragua. Acompaña a este libro el mapa de Marruecos, en facsímil, que realizo el propio autor según sus propias observaciones.
*”Peregrino a la Meca”. Domingo Badía. Ed. Jaguar. 1998. La segunda parte de su viaje tras salir de Marruecos hasta su regreso a España. Contiene al final un Anexo con correspondencia entre el autor y Godoy. También los escritos cruzados entre el embajador de España en Turquía y el cónsul en Alepo cuando intentaban averiguar su desaparición.
Ambos libros, traducción del original francés en dos volúmenes distintos para mayor facilidad de manejo, son muy interesantes.
*WIKIPEDIA. Para informaciones básicas e imágenes.
*La página web: http://www.egiptologia.com/grandes-egiptologos/3250-domingo-francisco-badia-y-leblich-ali-bey-el-abasi.html
*La página web: http://infokrisis.blogia.com/2009/021304-ali-bey-aventurero-y-descendiente-del-profeta.php.
En esta página, se trata muy extensamente el personaje en un artículo del Sr. Ernesto Milá. Se exponen otras actividades que he omitido por centrarme en su actividad como explorador del mundo islámico. Esas otras actividades ayudan a comprender mejor la personalidad y las inquietudes intelectuales que atrajeron su atención a lo largo de su vida y la complejidad de carácter del Sr. Badía-Ali Bey el Abassí.