TEMAS ALICANTINOS

D. Juan de Miralles y Trayllon

D. JUAN DE MIRALLES Y TRAYLLON

Antes de entrar en la semblanza de nuestro personaje de hoy es preciso echar un vistazo a la situación que se vivía en el mundo en aquel momento. Entre 1756 y 1763, se desarrolló la llamada Guerra de los Siete Años. El detonante fue el control sobre la región de Silesia y por la supremacía colonial en América del Norte y en la India. Los países implicados fueron, por un lado, Prusia, Hannover, Gran Bretaña y su tradicional aliado Portugal. Por otro, el imperio Austrohúngaro, Francia, Rusia, Suecia y España, esta última a partir de 1761.

La rivalidad colonial entre Francia y Gran Bretaña tenía su origen en el control de las zonas peleteras de Norteamérica, la disputa por las tierras situadas al oeste de los montes Apalaches y los derechos de pesca en Terranova. Francia quería frenar la expansión británica hacia el oeste mediante la construcción de una cadena de fuertes entre sus territorios canadienses y Nueva Orleans. Al principio consiguió algunas victorias pero en 1757 el General británico James Wolfe, tomó el mando de las tropas coloniales e hizo cambiar el curso del conflicto: en 1759 conquistó Quebec y al año siguiente capituló Montreal, con lo cual pasaron a dominar la totalidad del Canadá francés. En España, el gobierno de Carlos III se mostró inicialmente partidario de mediar entre ambas potencias pero ante el continuo aumento de los agravios por parte de Gran Bretaña se vio obligado a buscar el acuerdo con Francia para defenderse de la agresividad británica En las conversaciones que se iniciaron entre España y Francia en pro de una alianza permanente para la seguridad en América, el gobierno de Carlos III trato de evitar involucrarse en las acciones bélicas, pero el ministro francés Choiseul maniobró con gran habilidad para conseguir la intervención de España en la guerra.

Carlos III tuvo el acierto de elegir como su representante en los Estados Unidos a un hombre que desde hacía mucho tiempo venía alentando, orientando y patrocinando la independencia del nuevo país, unas veces como empresario particular y otras como agente secreto al servicio de la corona española. Para cumplir su designio puso al servicio de la Corona una triple trama de colaboradores, intrigantes, aventureros, desestabilizadores y espías. La trama formada por un grupo de comerciantes y militares alicantinos, traficantes de esclavos y residentes cubanos y floridanos. La inclusión de Miralles en lo que podríamos denominar la internacional negrera le granjeó de inmediato las simpatías de personajes como él también comerciantes, a veces socios, de ambos lados del atlántico. Los negreros, por una serie de causas consustanciales a su profesión, como el secreto y el dominio de varios idiomas solían desempeñar un magnifico papel como espías y agentes secretos. Los dedicados a esta profesión eran también los comerciantes que más dominaban las interioridades del mundo financiero internacional, los únicos que sabían mover grandes capitales de una parte a otra del planeta.

Don Juan de Miralles y Trayllon nació en la población alicantina de Petrel el día 23 de junio de 1713. Su familia era de origen francés, siendo sus padres Don Juan de Miralles, Capitán de infantería, y Doña Gracia Trayllon. Ambos naturales de la región de Bearn, en el sudoeste francés, en la cara norte de los Pirineos, sobre Navarra. Durante la edad moderna muchos franceses asentados en el reino de Valencia procedían de aquella región. Miralles tuvo al menos dos Hermanos, ambos comerciantes, uno establecido en Elche y el otro en Sax, siendo todos ellos muy conocidos entre la colonia de comerciantes franceses establecida en la ciudad de Alicante. Al fallecimiento de su padre en 1728, Miralles se trasladó a su tierra de origen para hacerse cargo de la heredad familiar. Cuatro años después volvió de nuevo a España contando 19 años de edad. Sus biógrafos nos dicen que los siguientes ocho años de su vida son un completo misterio. En una obra sobre los linajes cubanos se menciona de pasada a varios comerciantes habaneros, entre ellos un tal Manuel Miralles que entre 1720 y 1730 “…eran esencialmente hombres de negocios que devinieron en mercaderes, prestamistas y años más tarde en propietarios”. Se estima que Manuel de Miralles sería con toda probabilidad tío de Juan. Asociado o empleado en el negocio de su familiar, quizá ocupándose ya en el tráfico de esclavos e incluso heredando el negocio de su tío, Juan de Miralles apareció en la Habana en 1740 disponiendo de una muy saneada hacienda. Cuatro años después, casó con Josefa Eligio de la Puente. La familia de Josefa estaba firmemente asentada tanto en la Isla de Cuba como en la Florida. Como consecuencia, Miralles empezó desde La Habana a comerciar con la Florida y por extensión con los puertos de Charlestón, Philadelfia, Nueva York y Boston.

Sus negocios eran de índole muy variada aunque el principal objeto de su atención era el tráfico de esclavos en el que participó tanto por su propia cuenta como formando sociedad con otros comerciantes. Con destino a las obras del castillo de La Cabaña en La Habana, en mayo de 1761, arribaron al puerto dos galeones procedentes de Veracruz cargados de presidiarios. A los pocos días empezó a extenderse por la ciudad una enfermedad desconocida hasta entonces, “el vómito negro”, la fiebre amarilla, por lo que tuvieron que paralizarse las obras. Se descartó la llegada de nuevos trabajadores desde México, porque la epidemia allí era muy virulenta. Se comisionó a Juan de Miralles y Tomás de Jáuregui, uno de sus socios en esta actividad, para que consiguieran negros en las islas del Caribe. Pese a la larga experiencia mercantil de ambos comerciantes, la guerra entre Francia e Inglaterra había imposibilitado la trata por lo que fracasó el intento de Miralles de comprar negros en Jamaica y de Jáuregui que lo intentó en Haití y Martinica.

En el curso de sus correrías por la zona, Miralles se encontró en el canal de Bahamas, con el grueso de la gran flota inglesa que se dirigía a invadir Cuba, apresando algunos buques españoles. Se supone que en alguno de ellos quizás viajase Miralles. Hugh Thomas narra que el comodoro Keppel llamó a su barco una noche al pintor que viajaba con la expedición militar para que le sirviera de intérprete con un comerciante español de nombre Carlos Miralles, que no sabía hablar inglés. Trataba de conseguir del comerciante, que acompañase a La Habana a dos oficiales británicos para conseguir del Gobernador español un trato más humano para los ingleses apresados por los guerrilleros españoles. Otra versión de esta historia afirma que los ingleses lo capturaron en la Martinica y lo llevaban prisionero a bordo. Los datos que se facilitan del tal Carlos Miralles hacen sospechar a los historiadores que se trataba del propio Juan de Miralles, quien probablemente por seguridad y conveniencia, prefirió aparentar ignorancia del idioma inglés. Los ingleses, tomaron en agosto de 1762 La Habana y parte de lo que en la actualidad es la provincia de Guantánamo, donde establecieron una colonia a la que llamaron “Cumberland”.

Las enfermedades, el hostigamiento de la población y lo inhóspito del territorio les hicieron abandonar toda la isla once meses después de su toma. La canjearon por la Florida occidental. (Los ingleses son duros negociadores y nunca abandonan con las manos vacías). Hay que consignar, que en esos once meses de dominio incompleto, la isla experimentó un enorme auge económico debido a las medidas liberalizadoras que adoptaron para la economía y por la apertura de muchos puertos al comercio. Durante la ocupación inglesa de la Habana, entraron una cantidad enorme de esclavos que varios autores cifran entre cinco y diez mil, la mayor parte procedente de Jamaica, mercado en el que Miralles tenía contactos firmemente establecidos con anterioridad.

Todos estos datos parecen confirmar que antes de ser nombrado embajador extraoficial de España ante el Congreso de los Estados Unidos, Miralles ya había sido comisionado en épocas anteriores como agente informador de los movimientos de los ingleses en la zona del Caribe. Miralles fue la pieza clave en el comercio negrero hispánico durante los años sesenta y setenta del siglo XVIII y su nombre aparece asociado al de cualquier empresa negrera de mayor o menor envergadura actuando por sí mismo o a través de testaferros -casi siempre de la ciudad de Alicante- comerciantes bien establecidos, antiguos y leales conocidos suyos. Con seguridad, Miralles estaba ya relacionado con la concesión del asiento de negros concertado en 1761 entre el alicantino José Villanueva Picó y la Real Hacienda. En 1764 el gobernador de la isla solicitó a la Corte que se rescindiese la contrata a Villanueva Picó porque había introducido solo 389 piezas, cantidad insuficiente para las obras que se llevaban a cabo. La otra sociedad que tenía contrata para proporcionar esclavos negros era la Real Compañía de la Habana, que a pesar de haberse comprometido a llevar 7.000 negros, sólo había conseguido 4.430. Sin embargo, ese mismo año, se hizo en la Habana una nueva contrata para introducir mil negros y se le adjudicaron al mismo Villanueva Picó.

En el mismo año aparece un nuevo personaje al que la Real Hacienda le compra 972 negros: Cornelio Coppinger O’Bryan, ciudadano irlandés, natural de la ciudad de Cork y propietario de una casa de comercio en Alicante con un socio llamado Michel Kearney. A su vez éstos, formaron otra compañía de comercio con los comerciantes alicantinos de origen francés, Bouligny. Coppinger, se trasladó a vivir en la Habana en 1763, obteniendo carta de naturaleza española en 1767. Con Coppinger compartía Miralles su pasado alicantino, una buena cantidad de socios y conocidos, su dedicación al tráfico de esclavos y cierto parentesco por parte de sus respectivas esposas. Hacia el año 1770 se casa en Madrid con María de los Dolores López de Gamarra, pariente de la esposa de Miralles e hija del fiscal de la Real Audiencia de Cuba. Tuvieron dos hijos, Francisco José y José María. Este último, militar, fue Gobernador del castillo de San Juan de Ulúa, en Nueva España, antes de ser nombrado gobernador de la Florida Oriental. Desde la ciudad de San Agustín, José María Coppinger defendió la causa española en aquella zona y al final sería uno de los encargados de entregar la Florida al gobierno de los Estados Unidos. Coppinger viajó frecuentemente a España y la sociedad que mantenía con Kearney no quedó disuelta hasta 1777. Este último había formado otra sociedad con los hermanos Bouligny y otro comerciante alicantino de origen francés, Pedro Montengón Larraux, íntimo de Miralles y padre del jesuita ilustrado del mismo nombre. El año 1766, cumplía su primer año de vida la empresa negrera más grande que ha existido en el imperio español: La Compañía Gaditana de Negros. En ese año Miralles entra a formar parte de la misma conjuntamente con sus ocho socios y fue el encargado de decidir las actividades de la compañía desde La Habana. Esta compañía introdujo en Cuba en cinco años 9.143 negros, a pesar de lo cual los negocios no fueron bien y algunos autores apuntan a la mala gestión de Miralles como una de las causas principales de su quiebra. Seis años después la compañía entró en crisis y Miralles quedó afectado por una enorme deuda personal que haría que se le excluyera como socio en la remodelación que se hizo para reflotarla.

El año 1776 la Administración del Estado intentó liberalizar el tráfico de esclavos dando entrada a nuevos asentistas. Se presentaron varios proyectos para sustituir el monopolio uno de los cuales iba firmado por Juan de Miralles. Miralles pensaba vender en Cuba un mínimo de 3.000 esclavos al año. Es probable que entre los socios de Miralles se encontrasen varios de sus antiguos amigos y socios de Alicante, como la familia Bouligny y Michel Kearney, quienes a su vez también habían presentado varios proyectos. La solicitud de Juan de Miralles fue desestimada por el Consejo de Indias y la de los Bouligny ni siquiera fue considerada. Creen algunos autores que esa desestimación no era más que una maniobra para desviar la atención sobre Miralles y sus colaboradores por sus nuevos cometidos. Pues en ese año de 1776, la fortuna y el crédito de Miralles, tras el fiasco de la Compañía Gaditana de Negros de 1771, vuelven a estar sólidos y a salvo de cualquier contingencia. Había sido reconocido por el propio soberano quién lo tomó a su servicio directo, pasando casi un año en Jamaica, preparándose para la importante empresa que el Rey acababa de encomendarle junto a Eligio de Lapuente y Francisco Bouligny, entre otros.

A final del año 1777, partió Miralles de la Habana para dirigirse a Charlestón, no sin antes otorgar testamento, precaución razonable dado lo comprometido de su nueva misión. Para mejor valorar las acciones posteriores llevadas a cabo por Juan de Miralles y sus colaboradores, hacemos un breve resumen de lo que sucedía en las “Trece Colonias”, nombre de la incipiente confederación, en el norte del continente. En la década de 1760/1770, las colonias británicas en Norteamérica van tomando conciencia de su propia identidad. Cuando en 1763 llegó a su fin la amenaza militar francesa sobre las colonias británicas de América del Norte, quedaron frustradas las expectativas de los colonos más ambiciosos que, habiendo demostrado en la guerra su capacidad y liderazgo, no tenían posibilidades de hacer carrera política o militar frente a los procedentes de la metrópoli, que acaparaban todos los cargos. Por otro lado, el incremento para Gran Bretaña de los costes de mantenimiento del imperio, llevó al gobierno británico a la promulgación de una serie de impuestos de aplicación a las colonias. La SugarAct, la Currency Act y la Stamp Act, fueron algunas de las más impopulares. El lema contra las mismas fue: “NO TAXATION WITHOUT REPRESENTATION”, con el cual se reclamaba capacidad legislativa y representativa en el ámbito fiscal que les afectaba. Los motines eran continuos dando lugar a duras represiones, como la llamada Masacre de Boston, en marzo de 1770. Mucho más conocido es el llamado Motín del Té (Tea Party)  de diciembre de 1773. La espiral de violencia por ambas partes, como suele suceder, llevo la situación a un punto de no retorno. El 19 de abril de 1775, comenzaron las hostilidades contra los británicos en la batalla de Lexington, a la que siguió la de Bunker Hill el 17 de junio siguiente. El 14 de junio de 1775, el Congreso Continental, reunido en Filadelfia, había establecido un Ejército Continental bajo el mando de George Washington. El 4 de julio de 1776, cinco miembros del comité redactor presentan al Segundo Congreso Continental, formado por los representantes de cada una de las Trece Colonias, la Declaración de la Independencia que fue votada unánimemente y que establecía los Estados Unidos, una Confederación con un gobierno representativo seleccionado por las asambleas legislativas de cada Estado.

En este escenario, las actividades de Miralles en los Estados Unidos, estaban acordadas por la corte madrileña con varios años de anticipación y en ellas Miralles y sus agentes iban a gozar de amplia autonomía. Todos ellos pertenecían al círculo de Miralles y eran comerciantes profesionales con amplia experiencia. Miralles, se estableció en Philadelphia y, en la amplia zona en que desarrolló su actividad, siempre se presentó como comerciante interesado en establecer contactos y negociaciones en tierras estadounidenses. Los otros colaboradores fueron enviados a puntos clave del Caribe: Eligio de Lapuente se estableció en la Florida inglesa; el Coronel de origen francés Antonio Raffelin, se estableció en Haití y en Jamaica se estableció Luciano de Herrera, un floridano, hombre de confianza de Miralles y de Lapuente. Del parisino Raffelin, que estaba destinado en el Regimiento de Dragones de América con base en La Habana, solo es conocida su impresionante hoja de servicios al servicio leal de la monarquía española. A finales de la década de 1760, Raffelin figuraba junto a O’Reilly, Silvestre Abarca y Agustín Crame, en la relación de grandes poseedores de esclavos en la isla de Cuba. Años después figurarían como miembros de la oligarquía azucarera cubana y se beneficiarían de las medidas tomadas por el Capitán General de Cuba que fomentaban el desarrollo esclavista y azucarero de la isla y fortalecían sus vínculos con las Trece Colonias. En el año de 1763, el Conde de Ricla, es nombrado también Gobernador de Cuba, llegando con él, Alejandro O’Reilly, como lugarteniente, y el joven militar Francisco Bouligny, junto con un contingente de dos mil soldados. Luciano de Herrera, era residente en la Florida y antiguo conocido de nuestros personajes y su nombre se barajó desde el principio para que desde San Agustín de la Florida enlazara a lo largo de la costa este estadounidense con el agente que se destinara a Philadelfia. El año 1777, ya presentaba una larga hoja de servicios al servicio de la monarquía española. El militar alicantino Francisco de Bouligny, era otro de los agentes a través del cual la corona española pensaba canalizar la ayuda que iba a prestar a los insurgentes americanos a través de la Luisiana, bajo la supervisión de su gobernador Gálvez. Se trataba de hacer llegar la ayuda a través de los ríos Mississippi y Ohio, siendo la plaza de contacto Fort Pitt. Como los envíos debían realizarse discretamente, debía encontrarse un agente que actuase oficialmente como comerciante, y para ello nadie mejor que Francisco Bouligny, con amplios antecedentes familiares y personales como comerciante. A ello unía el ser persona de la total confianza de Miralles y ser uno de los mejores conocedores del valle del Mississippi. El 3 de agosto de 1777, tras una estancia de tres años en España, periodo en el que redactó una “Memoria histórica y política sobre Luisiana”, según los expertos magnifica, fue ascendido al grado de teniente Coronel, uno de los más altos empleos militares de Luisiana. Ello le ocasionó algunos problemas con Bernardo de Gálvez, gobernador de la colonia y Esteban Miró, teniente Coronel del regimiento de Luisiana.

Ese mismo año, rotas las hostilidades entre España e Inglaterra, Bouligny participó en la acción de guerra que culminó en la toma del Fuerte But, en la Florida Occidental inglesa. Participaría también en los sitios y toma de Baton Rouge y Mobila. Pero su acción más destacada fue la toma de Pensacola en 1779 al mando de una compañía de granaderos. Fue ascendido al grado de Coronel con el cual culminaría su carrera militar. Falleció en nueva Orleans a final de 1800.

El otro agente colaborador de Miralles, Eligio de Lapuente, fue Juez de Apelaciones en Causas de la Real Hacienda y Contador Mayor del Real Tribunal de Cuentas, ambas de la Habana. En 1764, fue a la ciudad de San Agustín en Florida, comisionado por el Gobernador de Cuba para que se encargase de vender los bienes de todo tipo que habían dejado los españoles al repatriarse a Cuba tras la conquista de aquella ciudad por los ingleses. Recibió el encargo Real de levantar el primer plano conocido de la ciudad de San Agustín, tarea que ejecutó a la perfección. Durante el período de dominación inglesa, continuó con sus actividades comerciales con toda normalidad. A partir de 1777, empezó a remitir a la corte sus fundamentadas opiniones sobre la política a seguir contra los ingleses en aquella zona del mundo y más concretamente sobre cómo recuperar Florida y Pensacola aprovechando sus buenas relaciones con los indios.

Hay que hacer mención todavía de otro personaje que dio continuidad a las acciones destinadas a mantener la influencia de España en aquella región: el jamaicano Antonio Proctor. Este personaje nacido esclavo el año1743 y conocido en tierras españolas como Tony es poco conocido y muchos detalles de su vida permanecen en la sombra. Se dice que llegó a los Estados Unidos durante la época revolucionaria como mayordomo de un oficial británico. La leyenda dice que tomó parte activa en los actos anti británicos como el Boston Tea Party. Había trabajado con anterioridad para una firma comercial británica (bien establecida en toda la zona sur de Norteamérica), Panton, Leslie and Company, y se estableció en San Agustín, ya liberado de la esclavitud. Sirvió fielmente los intereses españoles lo que le valió ser recompensado por la Corona con una donación de terrenos al oeste de la ciudad, donación efectuada por el gobernador José María Coppinger, último gobernador español de Florida, hijo de Cornelio Coppinger.

La ayuda española a los Estados Unidos es inmensa pero vamos a referirnos especialmente a aquella en que participaron Miralles y sus agentes: ayuda financiera; compra de productos estadounidenses; donación de pertrechos bélicos, medicinas y ropa de todo tipo; labores militares de hostigamiento y distracción de las tropas británicas por las españolas radicadas en Luisiana y la Florida. Y muy importante, información puntual y fiable a los norteamericanos sobre los movimientos ingleses. A través de la embajada española en Paris, ocupada en aquel tiempo por el conde de Aranda, se entregaron a los insurgentes americanos un millón de libras tornesas. A esta cantidad se unió otra similar concedida por el rey de Francia.

Por esa época, 1764, se traslada a España por un asunto familiar el ciudadano francés Pierre-Agustin Caron de Beaumarchais, dramaturgo, financiero y aventurero. Residió dos años, que ejercieron una influencia decisiva en su obra literaria: El barbero de Sevilla y Las bodas de Fígaro, luego convertidas en óperas que todavía figuran en los repertorios de todos los teatros. Tras una vida turbulenta, en 1790 se unió a la Revolución francesa y fue nombrado miembro provisional de la Comuna de París. Dejó enseguida los asuntos públicos para volver a dedicarse al comercio, intentando vender armas a las tropas de la República, pero esta vez fracasó en las mismas y se arruinó. En 1789 los revolucionarios le consideraron sospechoso y le encarcelaron en la Abadía, aunque pudo escapar del cadalso. Se exilió a Hamburgo y volvió a Francia en 1796. Escribió sus Memorias y murió en París en mayo de 1.799. El Sr. Beaumarchais fundó en España una casa de comercio con el nombre de Rodrigo Hortaleza y Cía., a través de la cual presentó también una solicitud de licencia para abastecer de Negros los puertos de Cartagena de Indias y Portobelo. La solicitud fue presentada por un tal Juan Bautista Payán, alias utilizado en ocasiones por Miralles. Dada la ascendencia francesa de Miralles y sus relaciones con la extensa colonia de comerciantes de ese país, es muy probable que ambos personajes entablaran amistad, máxime cuando Miralles era la pieza clave en todo negocio relacionado con el tráfico de esclavos.

El historiador José Antonio Armillas, cifra en un total de 611.328 pesos fuertes la ayuda total a la independencia de Estados Unidos realizada desde España. Otros historiadores elevan esa cifra por otras entregas de dinero en concepto de préstamo y por créditos abiertos a favor de la revolución norteamericana en fabricas de armas de Holanda y Alemania. No menor se considera la ayuda de las colonias españolas, sobre todo de Cuba y el Virreinato de México. Probablemente estas ayudas fueron canalizadas a través de Miralles, quien también realizó importantes aportaciones privadas. Pronto Miralles dedicó gran parte de su propia fortuna a mantener la causa de los insurgentes. El secretario del gobernador de Cuba, Antonio del Valle, tenía instrucciones de reembolsar a Miralles todos los gastos ocasionados en el desempeño de su misión. Pero cuando a su muerte su viuda intentó poner en orden las cuentas familiares se alarmó al calcular el dinero perdido por su familia en aquella empresa. Además de las entregas de dinero, se efectuaron grandes donaciones de ropa de abrigo, armas, medicinas y pertrechos de todo tipo a las tropas del General Washington a través de la ciudad española de Nueva Orleans. Estas donaciones secretas eran controladas por Don Bernardo de Gálvez y Francisco Bouligny.

A título anecdótico tenemos que citar un cargamento procedente de la industria textil alcoyana. Conociendo la vinculación personal de Miralles, Bouligny y el resto de sus amigos comerciantes, no es difícil suponer la intervención de estos en esa entrega. Las mercancías se cargaron en enero de 1777 en el vapor correo que partía de la Coruña con dirección a La Habana para que el Gobernador de Cuba los remitiese a su destino, junto con pólvora procedente de las fábricas de México. De allí pasaron a nueva Orleans y en el mes de marzo de 1778 el Congreso de los Estados Unidos envió a dos oficiales para que recogieran allí una donación española de “…9.000 varas de paño azul y 18.000 de paño tinto de lana de las fábricas de Alcoy, 1.710 varas de paño blanco y 2.992 de estameña blanca del mismo origen” conjuntamente con estas mercancías se entregaron fusiles y bayonetas, pólvora, quinina y otras medicinas y botones para los uniformes. Pero además del dinero y los pertrechos los españoles ayudaron a las tropas de Washington de una forma determinante y difícil de valorar en términos económicos: mantenían a los ingleses ocupados defendiendo sus fronteras en el valle del Mississippi y en la Florida lo que impidió el agrupamiento de las tropas inglesas contra los insurgentes de las trece colonias. Don Francisco Bouligny fue el encargado de hostigar a los ingleses a lo largo del valle del Mississippi, realizando de paso una labor de colonización de dichas tierras a las órdenes de Bernardo de Gálvez. Al fin, tras una apasionante vida de grandes servicios prestados a la Corona Española y al pueblo de los nacientes Estados Unidos de América, el mes de abril de 1780 fallecía en Morristown, New Jersey, atendido solícitamente por el propio General George Washington, el ciudadano alicantino Juan de Miralles. No cabe ninguna duda de que sin la ayuda española, creo que no reconocida en toda su dimensión, personalizada en gran parte por Juan de Miralles y sus colaboradores, la independencia hubiera resultado más difícil de conseguir.

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NOTA DEL AUTOR.- Quizás la extensión de esta entrada del sea excesiva, aunque solo pretendía dar cuenta de este personaje tan interesante y casi desconocido en Alicante. Pese a ello, muchos datos y acontecimientos han quedado fuera porque es imposible resumir vidas tan plenas y apasionantes en tan poco espacio.

FUENTES.- Para la realización de este trabajo se han consultado, principalmente, las siguientes fuentes documentales: –La era Miralles: El momento de los agentes secretos. D. Vicente Ribes-Iborra. Forma parte de una serie de estudios publicados por la Fundación Consejo España-EEUU, bajo el titulo conjunto de Norteamérica a finales del S.XVIII. España y EEUU.

Banderas Lejanas. Fernando Martínez y Carlos Conde, Ed. Edaf.

A history of the American People. Paul Jhonson. Ed. Harper Perennial.

La trata de esclavos y La Habana. Hugh Thomas. Ed. Grijalbo.

La trata negrera en el puerto de La Habana a mediados del S. XVIII. Enrique López Mesa. En la Revista Sotavento 6/1999. El mismo autor estaba preparando una obra muy amplia sobre el tema.

«Those dirty rotten taxes. The tax revolts that built America». Charles Adams. The Free Press, division of Simon and Schuster. Un estudio muy documentado del impacto de los impuestos en la Revolución Americana. Del mismo autor es otro libro de titulo: For Good and Evil: The impact of taxes on the course of civilization.

NOTA: El Sr. Ribes-Iborra tiene otras obras que tratan en profundidad la figura de Miralles y su época, tanto en Alicante como en América. Considero que es probablemente el autor que mejor conoce al personaje por lo que las líneas maestras de esta divulgación estas basadas en su obra citada. Es autor de una biografía del personaje que no he podido encontrar. Tampoco he podido encontrar una monografía sobre la Compañía Gaditana de Negros de D. Bibiano Torres Ramírez.

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