DECLARACIÓN DE INTENCIONES

“Desgraciadamente hoy la gente tiene prisa y el mundo, está invadido por los frascos, latas de conserva y congeladores. Por ello puede parecer vano y hasta hedonista el empeño de enterarnos del origen, la historia y la evolución de los platos más sencillos que nos rodean. Si me decido a escribir sobre cocina es por qué no olvido  las palabras de MARCEL ROUFF, el cual creía que “la cocina de un pueblo es sólo testimonio exacto de su civilización”

 “La historia de muchos pueblos se encuentra en cierto modo resumida y explicada en sus platos típicos; puede admirarse el ingenio de las indagaciones, la gracia en sacarle alimento o placer a un elemento cualquiera.”

 “… No quiero hacer de estas notas un recetario más de uso culinario, porque no se trata de que el lector se prepare sus propios platos, si no de que sepa pedirlos (y valorarlos) en el gran restaurante o en el figón o bar de un puerto (o pueblo, añado yo) cualquiera por recóndito que sea; para eso están los cocineros con medallas y entorchados o sin ellas, y las esforzadas amas de casa que, sobre todo en los pueblos, conservan y acrecientan el arte culinario heredado de sus mayores, y que a todo trance debe conservarse.”

 “Gastrosóficamente hablando, más que cocer bien un pescado, interesa comparar el que tomamos con el que posiblemente preparaba EGIS de Rodas. O quizás saber que NEREO de Chíos inventó  el caldo de congrio digno de ser ofrecido a los dioses y que aún preparan los pescadores alicantinos; o que CHARIADES de Atenas, era el preferido de Ateneo; o que LAMPRIA inventó la salsa negra; o que APCTONETE debió de ser el precursor de los embutidos de Requena, Alcoy, Gandía y Onteniente; o que EUTHYNO guisaba como nadie las lentejas; o en fin que ARISTON que completa la lista de los siete grandes cocineros griegos, inventó varios guisados y la llamada cocina de evaporación. Bien que me gustaría ser un segundo ARQUESTRATO de Gela capaz de conseguir que estas notas fuesen un tratado de los placeres gastronómicos.”

 Estas frases que transcribo como declaración de principios de este blog,  pertenecen a la Introducción del magnífico libro, casi imposible de encontrar en nuestros días, “Diccionario Gastrosófico Valenciano” de D. Vicente L. Simó Santonja, si no estoy equivocado notario de profesión y amante de los placeres de la buena mesa y de nuestra tierra valenciana.  

 Tuve la suerte de adquirir  un ejemplar en una librería de lance, allá por el principio de los años 80, y su enfoque siempre me gustó. A lo largo de mi dilatada vida profesional he realizado muchos de viajes tanto por España como por el extranjero y la curiosidad gastronómica que nunca me ha abandonado me ha llevado a probar desde las cosas más deliciosas, hasta las más extrañas. He tratado siempre comprender el porqué de esa forma de alimentarse en cada lugar. Al final la conclusión es que alimentarse no solo es una cuestión de supervivencia, sino cultural, como muy bien expresa la frase del inicio de Marcel Rouff. Hay alimentos que en algunos lugares son  considerados auténticos delicatesen, y en otros, materias absolutamente repugnantes.

¿La diferencia? Se han consumido, o no, desde que se tiene uso de razón; forman o no parte del acervo cultural.

 No resisto la tentación de contar la anécdota leída en una revista de turismo vivida por un director de hotel, buen amigo, de los tiempos heroicos del inicio del turismo en Benidorm. Era el principio de los años sesenta,. En el comedor de un pequeño hotel se estaba sirviendo el primer plato de la cena a un grupo de turistas británicos. Nadie tocaba lo que se había servido y todos los comensales se miraban unos a otros con cara de extrañeza no exenta de repugnancia. El jefe de comedor se dirigió al guía del touroperador para averiguar el motivo del rechazo. La respuesta le dejó perplejo: los comensales no estaban acostumbrados a comer “cactus”. Lo supuestos cactus eran unas magníficas alcachofas hervidas de las huertas de  Almoradí. La juerga que se montó entre el personal de cocina y el de comedor fue difícil de contener.

 También puedo contar que en un viaje por China, para tener una atención con nuestro grupo se nos ofreció unas de las cumbres de la gastronomía china: los “huevos de 100 años”. La cara de horror y repugnancia del grupo es inenarrable. Solo dos del extenso grupo, probamos los famosos huevos mientras los demás nos miraban como si estuviéramos comiendo algo que nos iba a llevar a la sepultura en unos minutos. Para pasarlos mejor los acompañamos con un aguardiente cuyo  recipiente albergaba una hermosa y colorida serpiente. Y aquí seguimos…

  Tengo una compañera que siempre me ha seguido en esa curiosidad y a lo largo de los años ha desarrollado una habilidad sobresaliente para reproducir e incluso mejor adaptar a nuestro gusto muchas de las cosas que por el mundo hemos probado.

 Pretendo dar a conocer lugares, especialmente sencillos, donde se sigan manteniendo tradiciones culinarias antiguas que me permitiré, con permiso de sus propietarios, recomendar a los seguidores de este blog sí es que llego a tener alguno.

 Pero no solamente de alimento material va a versar este blog. Soy un lector curioso y apasionado de historia, filosofía y poesía. Pretendo incorporarle  cuantos fragmentos de mis lecturas me parezcan interesantes y oportunos para reflexionar sobre los acontecimientos diarios de este complejo mundo actual.

Para cerrar esta presentación transcribo unos versos valencianos de BERNAT Y BALDOVÍ, tomados también de libro del Sr. Simó Santonja:

 “Esta gentola de França

Que diu aricó als fesols,

Ansalad a l’ensisam,

Crec que soulié a les sabates

Pomdamour a les tomates

Y a les xiquilles madam.

Al pal li diuen “dupen”

El vi sense nom el criden,

Mes nomes li diuen “ven”

I en un trago el got et buiden”

 

 

 

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